Revista Picadero Revista Picadero Revista Picadero Revista Picadero Revista Picadero Revista Picadero Revista Picadero

01 • septiembre • 2010

6 min

Romina Paula. Un zoo de cristal intervenido

Por: Alejandro Cruz
Romina Paula es un sujeto extraño de la escena alternativa. Además de ser actriz, directora y dramaturga, escribió dos libros sumamente personales y atractivos: ¿Vos me querés a mí? y Agosto. Como teatrista, en 2008 montó Algo de ruido hace, aquel maravilloso trabajo realizado con sus amigos Esteban Lamothe, Pilar Gamboa y Esteban Bigliardi. Desde fines de 2009, en una sala del ‘off’ porteño, presenta El tiempo todo entero, su particular versión de El zoo de cristal.

Cuando el ruido de aquel estremecedor espectáculo se iba diluyendo, le propusieron hacer otro montaje. Pensó en El zoo de cristal, aquel texto escrito hace 75 años por Tennesee Williams, que había trabajado hacía algunos años en la EMAD. Y se largó. Cuando ya tenía algunas millas recorridas de su propia versión, se la mandó a Mauricio Kartun. Kartun fue escueto: “Estás en problemas”. Ahí se enteró de la existencia de Federico González del Pino y Fernando Masllorens, que desde hace añísimos, manejan los derechos de autor, traducción y/o adaptación de buena parte de lo autores anglosajones más significativos. Y, claro, comprar todo ese paquete cuesta una plata que ni ella ni el circuito alternativo manejan. “Está bien –se dijo–, no puedo tener vínculo con la obra del tipo. Entonces, tendré vínculo personal con la historia, con su obra. Haré una obra mía dedicada a la suya. No sé… como un diálogo con la obra. Ahora que lo pienso, mantuve los mismos personajes, las mismas situaciones adaptadas a otro momento social. Pero me pregunto por qué no me fui hacia otro lado, por qué no escribí otra cosa”.

–¿Y qué te respondés?
–Creo que ya había ido lejos con esa obra. Quería que Laura –o su Antonia, papel a cargo de Pilar Gamboa– tuviera voz. Ahora que lo recuerdo, tenía la imagen inicial de los personajes centrales mirando You Tube porque, cuando hacíamos Algo de ruido hace, era común ir a una casa y la situación de tomar birra terminaba mirando la compu en una especie de jam de You Tube en la cual cada uno iba poniendo una cosa y siempre volvía el tema No hay nada más difícil que vivir sin ti, de Marco Antonio Solís. Trasladé eso a la escena, me gusta la imagen de gente alrededor de una compu, me parece que significaba algo.

–Así contado, y no después de haber visto la obra, suena a una imagen muy poco teatral: tres personajes alrededor de una compu mirando cómo un tipo canta un tema bizarro.
–Puede ser… pero cada vez que lo vivía me parecía que tenía algo poderoso, que era una marca de la época. Apenas comencé a escribir la obra salió esa escena. O sea que, en realidad, todo nace cruzado. Y después, decido sí mantener la estructura de El zoo…

Así fue que la familia Wingfield, Amanda y sus hijos Tom y Laura, se transformó en la familia de Úrsula, papel en manos de Susana Pampín, y sus hijos Lorenzo y Antonia. “Cuando ya tenía la estructura armada, de noche me daba culpa. Pensaba: ‘Van a venir Masllorens y Del Pino’. Me contestaba: ‘Pero si no uso una sola palabra de la obra’. Me retrucaba: ‘Bueno, pero es la obra de Tennessee Williams. Y cuando haga el estreno, ¿de qué hablo?’”. Subida a la paranoia, hasta le daba vergüenza registrarla en Argentores. Entonces, volvió a las manos de papá Kartun quien le dijo que la inscribiera como obra suya. “Finalmente, en el programa de mano puse: “Sobre El zoo de cristal”. Que es la verdad. Aunque, también, podría haber puesto “Hacia El zoo de cristal”, cuenta y se ríe. Su risa parece, todavía, preservar ese nervio de cuando, de noche, se despertaba imaginándose en la cárcel por haber hecho algo malo. Durante el proceso de ensayo de este texto que terminó llamándose El tiempo todo entero se despegó de El zoo… Hasta cuando algo no les gustaba, decían riéndose: “Ah, mirá: esto es muuuuuy Amanda”. Entonces, lo dejaron de lado por pánico, por necesidad o por temor a que los paralizara. Volvió a la pieza de Williams cuando tuvo que hablar de la obra. En el durante, la obra fue solo de ellos.

En el proceso recuerda la edición de “Los reportajes de París Review” en la que Tennessee Williams habla bastante de El zoo… y reconoce el carácter autobiográfico de ese texto. De esa compilación, prologada por Alberto Ure, recuerda ahora: “En El zoo… es muy importante el detalle de que Tom deja en banda económicamente a su madre y a su hermana. Acá, en mi obra, no. Pero, sobre todo a la hermana, la partida de él le rompe el corazón. Y en El zoo… no está en ese momento. Lo último que le dice la madre en la casa es ‘ándate y no vuelvas y no sé qué…’; él, vuelve a proscenio, y dice algo así como ‘no me fui a la luna, me fui muy lejos…’. Pero no está el momento en el que Laura se entera de que su hermano no va a volver. A lo sumo, se ve el punto de vista de Williams a través del recuerdo de Tom. Pero yo quería ver el momento en el que se le rompía el corazón. Literalmente”. Ahí se va a un capítulo de Los Simpson que cuenta en detalle. Bart le muestra a Lisa el momento en el cual le dice a un amigo de la banda que ella no lo ama. Le muestra, exactamente, cuadro por cuadro, la cara mientras a él se le rompe el corazón. Entonces, puso ese momento casi al final de El tiempo todo entero. Esa escena tiene una intensidad dramática que deja al teatro en silencio. Más que eso, en sollozos. “Mi entrada hacia El zoo… tiene que ver con eso. Después, aparece Frida Kahlo (la imagen de la pintora aparece en un retrato en el cuarto de Antonia), México y todas esas cuestiones…”, reconoce.

–En la obra nadie habla del exilio, pero es una referencia obligada. Y la ilusión del hermano de irse a España, sin saber muy bien para qué, da la idea de post crisis 2001.¿Todo este procedimiento de ocultamiento fue deliberado?
–Sabía que era algo que me iban a preguntar. Sabía que me iban a decir que en El zoo… eran todos pobres y que Estados Unidos estaba atravesando una crisis económica. Y sabía que era importante ese contexto en la obra. También pensaba que me iban a preguntar sobre estas cuestiones y pensaba todavía más en mis respuestas.

–¿Y qué respondés ahora?
–No sé…. Mi entrada a El zoo fue la ruptura de un corazón sin importarme el contexto social. Tampoco Tennessee Williams habla de la crisis de su país. En ese reportaje que te contaba, dice: “Yo tenía que dejar a mi hermana y a mi mamá para poder ser yo artista”. El tipo tenía que arrancar. Yo metí la historia en una típica familia de clase media, que podría ser después del menemismo o posterior a la crisis de 2001, pero sin poner especial énfasis en esas cosas. Todo ese resto apareció cuando la obra ya estaba más armada.

La obra se estrenó los miércoles en la sala El Callejón preservando las coordenadas que tan buenos resultados le había dado con Algo de ruido hace. Con el correr de las funciones, vinieron las sorpresas. “Apenas comenzamos me di cuenta de algo: para mí Williams es como la vanguardia –cuenta–. Yo pensé que iban a venir chicos de 20 años y me re–equivoqué. Los chicos de 20 vienen a ver a Pilar, a una obra mía, no sé… Otra cosa. A Williams lo viene a ver gente mayor. Es más, hay mucha gente que la viene a ver, pero que no leyó El zoo… y ni lo van a hacer (mi mamá). Yo prefiero a aquellos que leyeron la obra, hace un 3D, multiplica más”.

Hubo un comentario que la dejó pensando en pliegues que ni ella había transitado. En una charla en la EMAD, un chico le preguntó por la referencia que hace a Moby Dick (el hermano de Antonia lee esta obra durante el transcurso del espectáculo). “La parte más pedorra sería reparar en el viaje, la autopista, seguir a la ballena abstraído de todo”, le contestó después de haber profundizado un poco más el contexto de esa cita. Él, quizás desilusionado, pensó que era por el libro de Melville; por Bartleby, el escribiente y por la muletilla de “preferiría no hacerlo”. Como que Laura “preferiría no hacerlo”. Ella flasheó. Sí: Laura preferiría no hacerlo. Cuando ese personaje explica en la obra los motivos de esa actitud tan radical es otro momento pico del trabajo. Romina se da el lujo de invertir 15 minutos en un diálogo, casi filosófico sin acciones, en el que Laura explica el real motivo de no salir de su casa, de no estudiar, de no trabajar, de no hacer lo que todos hacen. La escena es vital y es uno de los momentos más brillantes de la intérprete Pilar Gamboa. “En esa escena siempre tiemblo”, reconoce la directora.

–¿Por qué tuviste la necesidad de mandarte con semejante diálogo?
–Me parecía que el punto de vista de El zoo… era el del hermano, que Laura estaba vista desde un lugar un tanto de víctima. Es cierto: tenía un poco de renguera, algún ataque de pánico que se podría tratar, y no mucho más. Me parecía muy pobre pensarla enamorada del tarado del anuario que, a lo sumo, se lo querría garchar y listo. No sé… no me daba. Quería contar el punto de vista de la mujer sin ponerme en feminista ni nada de eso. Al poner a hablar a esos personajes salió ese diálogo.

–¿Te lo cuestionaron los actores?
–No. La escena era todavía más larga pero, después, la fuimos puliendo. Las lecturas siempre funcionaron, el problema era hacerlo. Era como, ¡¡ufff…!! Eso se fue ablandando. Si la gente no entra en la acción, puede ser un embolazo poderoso. Cuando no funciona, me dan ganas de parar e invitarlos a todos a que se vayan porque ya está, fue. ¡Cuando funciona, es mortal! Sí, es mortal. Entonces, un viaje “hacia” El zoo de cristal toma cuerpo en El tiempo todo entero y algo (mucho) de ruido hace.

 

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Texto de Alejandro Cruz publicado en Revista Picadero 26 (Septiembre/Diciembre 2010).

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