Ambos autores provienen de experiencias distintas. Santiago Loza está relacionado con el cine (actualmente está dirigiendo en Buenos Aires, Grieta, cuyo protagonista es Julio Chávez), en tanto que Sacco posee una profesión que poco se relaciona con la actividad teatral, es odontólogo. Los dos llegaron al teatro por distintas vías. El chaqueño comenzó a hacer teatro siendo muy joven y su vocación por la escritura fue consolidándose en los últimos años, cuando empezó a producir con más continuidad. Actualmente toma clases en Buenos Aires con el dramaturgo Marcelo Bertuccio.
Santiago Loza escribía narrativa, luego se inclinó por el guión cinematográfico y hace un par de años comenzó a investigar, con la actriz cordobesa Eva Bianco, la posibilidad de un primer texto teatral, Sentada, que luego se convirtió en uno de los espectáculos más interesantes que tuvo la temporada cordobesa en 1999. “Con ese trabajo –cuenta Loza- se abrió un campo que me interesa explorar, el de la dramaturgia. El teatro encierra un poder de sugestión que en el cine no encuentro. En el teatro todo contribuye a descubrir nuevos significados, a desarrollar aspectos insospechados de la escritura”.
-Los dos están produciendo textos en provincias con muy poca tradición dramatúrgica. ¿Cómo viven esta experiencia?
-D.S.: El Chaco tiene muy pocos dramaturgos y la formación en ese aspecto no existe. Recién este año estuvo Mauricio Kartun dictando un taller. En general, la gente en el Chaco es muy cerrada, les cuesta abrirse al aprendizaje. Se escriben muchas obras con temáticas regionales. Esos autores tal vez creen que producir textos de esas características no requieren de ningún tipo de preparación. Entienden que como ellos mismos son los protagonistas de esa realidad bajarla al papel no cuesta nada. Pero esos materiales carecen de situaciones dramáticas potentes, de conflictos que puedan sostener una estructura que resulte atractiva para el espectador.
-¿Se impone un teatro político o documento…?
-D.S.: Podría identificarse mejor con lo ‘panfletario’ o un realismo típicamente provinciano. Aunque esa tradición va camino a modificarse a través de la aparición de nuevos grupos que manifiestan otro tipo de necesidades expresivas.
-S.L.: Córdoba tampoco cuenta con una sólida tradición teatral. Siempre estuve muy relacionado con grupos y directores que hacían teatro y es notable como la tradición de la creación colectiva se fue arraigando en el tiempo. Hace unos años intenté hacer algo en dramaturgia, pero no encontré un espacio. Recién ahora fueron apareciendo algunos autores jóvenes que comienzan a revalorizar el texto. En Córdoba se escribe mucha narrativa, hay una movida cultural muy grande, pero la dramaturgia siempre aparece relegada. En los 70 hubo grupos muy importantes, como La Chispa o el LTL (Libre Teatro Libre), que se especializaron en la creación colectiva. Durante el proceso militar parte de esa gente se fue del país y esa tradición se cortó. Asomó entonces un teatro de autor, pero muy regional, costumbrista. Cuando los actores y directores que habían tenido que exiliarse regresaron, a mediados de los 80, continuaron trabajando con la misma metodología que habían puesto en práctica quince años antes, eso funcionó porque la gente volvió a reivindicar algunos de aquellos valores. En esa misma época apareció Raúl Brambilla como autor, pero al poco tiempo se fue a Venezuela. Yo soy básicamente cinéfilo, me interesa el trabajo con el guión y como en Córdoba no había maestros vine a estudiar a Buenos Aires…
-Leyendo sus textos se notan influencias de una dramaturgia bonaerense. Dani Sacco deja lo regional y esa tradición de teatro documento que hay en el Chaco y Santiago Loza apoya su teatro en la palabra, como la producción autoral porteña que se afianza a fines de los 90.
-D.S.: Yo tenía muchos problemas para contar una historia. Y en ese sentido Marcelo Bertuccio me abrió la cabeza, me acomodó las ideas. Soy un convencido de que un dramaturgo no puede ser tal si nunca se subió a un escenario o pasó por un taller para perfeccionar su escritura. A partir de mi experiencia actual siento que debo rescribir algunas de mis obras anteriores, como Vampiros, un texto que fue cuestionado en el Chaco, por ciertos sectores ligados a las corrientes más conservadoras. Ahora me gustaría poder montar esa obra en Buenos Aires. Más allá de esto, mis textos están muy influenciados por Ionesco y Copi. Me seducen sus dramas vacíos de soluciones o muy difíciles de resolver. Las pesadillas que viven sus personajes son patéticas. Ionesco dice que sus personajes hablan de cosas muy chatas porque la trivialidad es el signo de la no-comunicación y detrás de esos clisés se oculta el hombre. Absurdo, grotesco y humor negro se interrelacionan en un todo en mis obras. De Copi me sedujo esa estética cruel y perversa que aparece a través de sus personajes.
-¿Podés definir un poco más a tus personajes?
-D.S.: Escribo sobre la mujer… Mis personajes son marginales y nunca asumo una actitud crítica hacia ellos. En mis textos hay drogadictos, homosexuales, asesinos, pero no busco hablar de la homosexualidad o la drogadicción para cuestionar una forma de comportamiento o de conducta
-Santiago, como es tu experiencia con es- tas influencias porteñas que marcábamos?
-S.L: Córdoba siempre está mirando a Buenos Aires. En arte el referente siempre estuvo en esta ciudad. Del teatro de Buenos Aires hay algunas obras o autores que me interesan y otros no. Por ahora prefiero ciertas experiencias cordobesas… Me quedé pensando en esto que decía Dani acerca de la necesidad de haber abordado el teatro desde la actuación y el aprendizaje de taller para poder ser dramaturgo. Mi aprendizaje fue a partir de mi experiencia de guionista. Trabajaba sobre la convención, contábamos historias, hablábamos de conflictos. La decisión de radicarme en Buenos Aires tiene que ver con la ilusión de explorar otras formas de abordar el guión cinematográfico. Cuando me beca el Centro de Experimentación y Realización Cinematográfica descubro otras posibilidades. Fue como si Buenos Aires me autorizara a experimentar en otras zonas del arte, que en Córdoba no podía. Cuando presentamos en mi provincia, Pequeña, cruel, bonita (pieza que participó del ciclo Teatro x la identidad, en Capital Federal) los cordobeses rechazaron ese texto, incluso por el que tema que tocábamos. En cambio en Buenos Aires fue bien recibida. A la gente joven, Adefesio (estrenada en 2000 en Córdoba) le parece una obra rarísima. No saben si tomarlo como teatro experimental o de texto. La posibilidad de escribir para teatro implicó salirme de un esquema que durante 10 años sentí como una imposición. Me gusta ser director de cine y también dramaturgo. Escribo y filmo o pongo en escenas mis obras, casi sin detenerme demasiado a pensar, o analizar. El teatro me permite observar con más claridad aquello de lo que quiero hablar.
-Los dos desarrollan temas relacionados con el mundo femenino…
-D.S.: La mujer es el ser humano más especial que existe. Aunque lo de especial cada uno puede tomarlo como quiera. Biológicamente la mujer tiene períodos complejos. Su tolerancia al dolor, su longevidad, su rápida recuperación de las catástrofes afectivas la convierten en un ser único. El hombre es más estable, concreto, rígido. La mujer es rara por naturaleza. Esto me permite crear personajes con mundos atípicos, irracionales y caóticos. Siempre pienso que detrás de tanta belleza e inteligencia existe un mundo opuesto. Un laberinto al que a veces es difícil acceder.
-S.L.: Me interesa mucho más trabajar con actrices que con actores. Eso me permite hablar de un universo intangible. También me inquieta referirme a lo entrañable, visceral, a esa energía que proviene del vientre, que nace en el abdomen como dicen los orientales. Creo que la mujer es lo que perdura, lo que se oculta debajo de la historia, lo que sobrevive. La mujer ignora que posee núcleos invisibles. En lo particular me interesa indagar en esas zonas tal vez poco perceptibles. La mujer se ha mantenido al margen de la gran historia y eso me parece maravilloso. Siento que cómo a Bergman me gustan los pequeños movimientos del alma y creo que en ella esos pequeños movimientos del alma están permitidos, autorizados. No así en el hombre. Por otro lado siento que las criaturas que construyo, que imagino, no son ni hombres ni mujeres, son personajes. También me interesa la memoria y creo que la mujer ha conservado la memoria del siglo, la memoria de la carne, de la piel. En este país, por ejemplo, no hay padres de Plaza de Mayo. No es casual. La mujer se ha hecho cargo de ‘algo’ en los últimos tiempos. No me refiero a un feminismo demodé sino a un feminismo intenso, comprometido.
-¿En qué están trabajando actualmente?
-D.S.: Mi última obra trata sobre un cambio de sexos. Una mujer que sigue siendo mujer pero que se comporta como un hombre y viceversa. Estoy probando escribir sobre esta cuestión, roles sexuales que se invierten por acostumbramiento y no por gusto. También acabo de terminar un texto sobre la historia del petizo orejudo que se llama Currículo mortis.
-S.L.: Estoy muy metido con mi película. En ella el protagonista es un hombre que atraviesa la vida de personajes femeninos. En teatro escribí Nelidora o el extraño caso de las hermanas de la piel continua. Es un monólogo para dos mujeres que son siamesas. Están pegadas y se detestan pero no pueden separarse.