En el patio de la casa de campo, seis personas comen, beben, charlan, se confiesan. Los vínculos entre ellas por momentos se quiebran, por momentos se estrechan. Entre la risa y la tragedia está la vida, incesante, continua. Pero también un aire de metateatro que, por momentos, nos hace dudar de si estamos viendo la realidad de esos personajes o el ensayo de algo por venir.