El proceso creativo y la genética textual de “Los cielos de La Diabla” se originó en Teatro Tapera, un espacio de improvisación y de escritura teatral que fundó en el año 2014 Vilma Echeverría junto a dos compañeras que desde adolescentes fueron integrantes de sus talleres de actuación, Danisa Vidosevich y Pilar Sequeira. “Con ellas escribimos y actuamos tres monólogos ‘El Rastrojo’, ‘La Ascensión’ y ‘La Diabla’ reunidos bajo el título de ‘TAPERA, Monólogos del propio allá’, donde indagamos las voces y la gramática analfabeta de la pampa inmigrante, a través de tres mujeres en los límites de un pueblo: la casa, el cuerpo, el clima y la tierra en la que se hundía el deseo y ‘los basiliscos’. Nos interesaba interrogarnos sobre los usos y las costumbres de las mujeres y los hombres de la llanura santafesina”, nos cuenta Vilma. “Durante los ensayos, y a través del método de la improvisación escénica, profundizábamos en el trabajo con objetos del mobiliario familiar: taco-almanaque, radio ‘Siete mares’, secarropas y vestidos ‘batones’ y delantales. Buscándonos en el espacio, tiempo y acción, fueron apareciendo las voces de esas mujeres, no sólo las palabras: así que interrumpimos el trabajo, pero Tapera, nos sigue aunando”.

En el año 2018, Vilma decidió refundar desde su cuerpo y con su actuación Teatro Tapera y retomar el monólogo de “La Diabla” con el objetivo de que esos 20 minutos se desarrollen y que dramaturgicamente el personaje o “la fuerza Amanda” se amplifique y evolucione a una obra de una hora. Así nació “Los cielos de La Diabla”. “Me interesaba mantener todo lo temático ficcional de Amanda, esa mujer que lavaba las camisetas del club Independiente de Avellaneda, seguir jugando con toda esa mitología futbolera de los ‘diablos rojos’, ligadas a mi infancia y a mi padre, pero también actuar el espacio y la materialidad (el cemento, el metal, lo vegetal) como presencia y como errancia, como pasaje y paisaje, como ausencia. Ese ‘hablar sola’ que se vuelva delirante, cómico, tierno y trágico a la vez”, detalla la creadora.

Vilma recibió asesoramiento dramatúrgico y de dirección por parte de Gustavo Guirado y Elena Guillen, actores y directores de Rosario. Si bien la obra nunca tuvo la figura de una dirección, en esta temporada 2022 continuó trabajando con Guillén y ella tomó la asistencia de dirección de la obra, cuyo equipo se completa con Florencia Degli Uomini (iluminación y realización escenográfica), Ivana Molina (vestuario y realización escenográfica), Fernando Martin (objetos escénicos), Vanesa Baccelliere (composición musical), las fotografías de Gustavo Frittegotto, Julieta Garcia y Viveka Feijoó Huzinich, y el asesoramiento dramatúrgico y de dirección ya mencionado de Gustavo Guirado.

En la pieza, Amanda fue la elegida para el lavado y secado de las camisetas de la primera división mayor de un club de Avellaneda. En los límites de un pueblo, evoca su ciudad natal y mientras espera que la vengan a entrevistar, recupera “dones” y “escenas de entusiasmo”. La Diabla relata las glorias pasajeras desde una tierra apestada y recrea un campo de voces familiares que interrogan los usos y las costumbres de las mujeres y los hombres de un paisaje cercano. Un monólogo presentado desde la proximidad y la intimidad: la casa y el cuerpo, el tiempo y el clima del adentro y del afuera, del pueblo y de la ciudad. La obra seguirá con su temporada 2022 en el Teatro de La Manzana de Rosario durante todo mayo y ya se encuentran armando la gira por toda Santa Fe.

“Fue muy emocionante volver a viajar y participar de una fiesta provincial de teatro después de tantos años y post pandemia. Nos quedamos con ganas de más encuentros y compartir. Esperamos la fiesta nacional para poder encontrarnos y dialogar con otres compañeres y equipos teatrales, compartir, ver, escucharnos, desmontar(nos), devolver(nos), e intercambiar posibilidades de hacer funciones en otros territorios”, concluye Vilma.