Esta versión de la obra, publicada por la editorial del Instituto Nacional del Teatro, es la última y actualizada de un texto fundamental en la biografía artística de quienes la escribieron, Silvina Reinaudi y Carlos Martínez. Esta dupla empezó su carrera en Córdoba, trabajando en equipo y luego siguieron en forma individual su vínculo escénico con el mundo de los títeres y la actividad lúdico-pedagógica, destacándose en todos los medios donde trabajaron e integrándose también a la escena de la ciudad de Buenos Aires.
-En el prólogo de la publicación, la directora Ana Alvarado los ubica como pertenecientes a una generación de titiriteros que “evitaron los didactismos” pero que afirman una posición en su trabajo sobre temas importantes. ¿Cómo fue para ustedes esa búsqueda poética-ideológica? ¿Creen que estos espectáculos deben reivindicar la potencia y capacidad crítica de las infancias?
-Carlos: Había leído el generoso e inteligente prólogo de Ana Alvarado y pone en perspectiva este tema. Exactamente esa es la idea, subrayar que la niñez está interesada inteligentemente en todos los temas que nos interesan a los seres humanos: el amor, el odio, la competencia, la reparación de los errores, etc. Por eso esta obra se llamaba antes “A veces me porto mal”, o sea el derecho a equivocarse para poder crecer, tema de niños y adultos. Los adultos históricamente hablamos por los niños, pero ellos tienen su manera de expresarse que muchas veces no es con palabras. El origen de la palabra infancia es ‘in fale’, o sea en latín ‘el que no habla’… claro que hablan de muchas formas, y a los adultos muchas veces no nos gusta lo que dicen, entonces los callamos y queremos hablar por ellos. Al nombre de la obra lo cambiamos porque en una etapa de su desarrollo quisimos poner la atención sobre la idea del juego de la lluvia, que une a un grupo en un hecho estético: el sonido de la lluvia hecho con muchas manos es impresionante, conmovedor, y relevante de lo que se puede hacer en grupo.
-Silvina: No me atrevo a generalizar, pero al menos en nuestro caso, las búsquedas o los hallazgos fueron a posteriori de la creación, que fundamentalmente nació como un juego. Un juego de adultos artistas, que trabajado a conciencia puede llegar a la profundidad a la que llegan los niños, sin siquiera buscarla. De hecho, “Con esta lluvia” es una remake de “A veces me porto mal”, la primera obra que hicimos Carlos y yo como dupla artística, en la que mezclamos personajes que traíamos de nuestra anterior trayectoria profesional: el Perrito Rito, Pochi, el Gusanito y su casa zapato, el hombre de la moto, etc. A lo poético-ideológico lo llevábamos puesto, en un momento histórico rico y difícil del que participábamos activamente. Y si algún “mensaje” (por usar una palabra desgastada) transmitimos en la obra: de inconformidad, de rebeldía ante los autoritarismos, ante la discriminación, ante la represión de los derechos y más, no es que estuvo planificado para enseñar nada. Era nuestro lenguaje natural, nuestra forma de pensar. Y no lo digo con ingenuidad, no ignorábamos lo que la obra decía: sencilla y mágicamente, los títeres encontraron la forma de hablar por nosotros… en un idioma que no precisa aprendizaje previo.
-¿Cómo fue el proceso de trabajo dramatúrgico de “Con esta lluvia”? ¿Después de tantos años qué cosas redescubren en el material?
-Carlos: Tuvimos ganas de hacer un espectáculo para niños porque estábamos en otras actividades y queríamos volver al teatro de títeres, nuestro eje. Al principio tomamos algunos elementos que ya manejábamos, Silvina ya tenía el perrito Rito (que ahora se llama Federico) como personaje central. Nos pusimos a jugar y fueron saliendo ideas, siempre usando elementos cotidianos y con mucha diversión de por medio. No quisimos enseñar nada, solo jugar y en el juego van apareciendo nuestras ideas y valores acerca de este mundo que nos toca transitar. Yo seguí haciendo el espectáculo con otres titiriteres y con los años se fueron modificando escenas (los niños cada vez más televisivos tenían menos tiempo de atención), algunas improvisaciones eran muy buenas y fueron quedando en la obra. Y fundamentalmente la relación con el público se fue modificando a través de los años, por eso tiene tanta vigencia, nos fuimos aggiornando.
-Silvina: Los niños de ahora son bastante distintos a los que fueron nuestro primer público. Y bastante iguales también. Si bien hoy cuesta un poco más encontrar la primera atención de un niño consumidor de pantallas, aún se logra y entonces vemos que se ríe de las mismas cosas que causaban gracia hace 40 años. En “Con esta lluvia” trabajamos con los mismos personajes, que al definirlos para publicarlos y difundirlos aparecen como genéricos. No importa el nombre ni la forma, significan lo mismo, protestan y se ríen igual. Y sin duda que reivindicamos la capacidad crítica de las infancias, que a veces desgraciadamente tienen que enfrentarse con los mismos cucos. También, tiene una vital importancia la libertad que puedan ejercer los intérpretes, que influye en los perfiles del titiritero que rompe la cuarta pared, que sale fuera, que muestra el truco que paradójicamente se refuerza. Con el humor y el absurdo como códigos invariables redescubrimos con asombro tantas palabras que siguen resistiendo y hablando y floreciendo, como esa eterna flor de papel con lluvia de niños. Y de grandes también.
-¿Creen que es positivo la difusión de este tipo de materiales para los “creadores de teatro de objetos” y titiriteros? ¿Suele producirse material sobre este tipo de arte, ya sea en Córdoba o en otras provincias?
-Carlos: Claro que es positivo, muchos titiriteros (no solo argentinos) nos han pedido la obra pero no podíamos pasársela porque siempre la estábamos haciendo nosotros. Se la hemos dado a las escuelas para que la hagan con los chicos. Hace años se producen publicaciones de obras de títeres, por ejemplo hace más de 25 años en la revista ‘Juancito y María’ que lleva incansablemente Quique Dimauro, y algunos libros con muchas obras, raramente con solo una, porque como no es muy rentable su edición, las editoriales no las publican así. Aquí en Argentina, Colihue publicó varias obras individuales en su colección Libros del Malabarista, de Javier Villafañe, Ana Alvarado, Horacio Tiganelli. Mi obra ‘El Molinete’ está en esa colección y gracias a eso me la han pedido muchas veces para hacerla, incluso en Brasil y México. Esos libros se encuentran en casi todas las bibliotecas del país porque en un momento el Ministerio de Educación de la Nación compró colecciones para todas las escuelas del estado. También el Centro Cultural de la Cooperación está editando con esfuerzo obras de autores de todo el país, varias de ellas presentadas en su valioso Premio Javier Villafañe. Por eso la gente de teatro agradece el esfuerzo que hace el INT publicando obras y material teórico sobre teatro, porque sabemos que esos libros y revistas no serán “bestsellers” pero son de mucho interés para quienes hacen y leen teatro. Hay una idea de que el teatro ha sido desplazado por la televisión y los medios de comunicación, pero ya ven, el teatro sigue “vivito y coleando”, y se ha convertido en una resistencia y refugio natural contra la globalización; sigue siendo un ritual que favorece el contacto humano, y el teatro de títeres es parte fundamental de esta rama del arte.
-Silvina: Por regla general, con pocas excepciones, los titiriteros hemos sido cantautores. Tal vez por la historia que nos vincula con lo juglaresco, con el retablo al hombro. Con armar la obra a la medida nuestra posibilidad y nuestra necesidad, que por tanto tiempo nos relaciona con la escuela. Con su precariedad técnica que a la vez es limitación y puerta abierta y en un patio instala la magia del teatro con varios caños y una tela. En una época pródiga en tecnología y efectos especiales, el teatro de títeres muestra caminos que se pueden seguir con absoluto ahorro material y donde sencillez no implica pobreza, donde la creatividad levanta escenografías voladoras e imaginarias. Libros como éste, que, ahora por suerte y gracias a la colaboración y auspicio (siempre bienvenidos y nunca suficientes) de instituciones de cultura oficiales y cooperativos, y alguna pequeña editorial audaz, ya no son tan raros, ayudan muchísimo a la difusión y multiplicación de las artes populares. Entre ellas el teatro de muñecos y objetos. Saber cómo fue para atreverse a caminarlo y cambiar si es necesario. O seguir representando una obra querida, que siempre será diferente vista con ojos nuevos.
Pueden comunicarse con los autores ingresando a www.triangulo-titeres.com.ar