20 • octubre • 2022

Renata Kulemeyer. Una directora que hace dialogar el paisaje mientras integra la cotidiana teatralidad

Santa Fe

Entrevista realizada por Soledad González, publicada originalmente en Revista Picadero 44.

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Como reconocida teatrista argentina, Kulemeyer ha realizado un intenso trabajo creativo y se convirtió en una de las referentes más influyentes del teatro del NOA. Repasa en esta nota su historia personal y, sobre todo, sus diferentes procesos creativos.

– ¿Qué proyectos poéticos/políticos enlazás en tus prácticas, qué fechas o momentos están siempre presentes, cuáles son tus interrogantes?
– Esta cita es de María Teresa Andruetto, de su lectura de cierre en el Congreso Internacional de la Lengua Española, CILE 2019, en Córdoba, Argentina: No se trata de un capricho, se trata de una búsqueda de identidad que se refleja en el modo de hablar y de escribir, desvíos de cierto extranjero deber ser para encontrar en lo individual más hondo, allí donde refracta lo social, ecos de la lengua de un pueblo, una región, una comunidad, un sector social, búsqueda de un contrapoder frente a lo hegemónico.
Exponer prácticas políticas divergentes y poéticas feministas del universo teatral femenino quizá sirva para resguardar la singularidad del hacer teatral entre mujeres de Jujuy. Mientras los abusadores fintean denuncias, amparados por la patriarcal justicia local: ¿cuántas artistas pudieron acceder a la “experiencia” habitación propia? ¿A quiénes les está permitido crear, pertenecer, reconocerse o dar el portazo sanador? ¿Por qué siguen siendo eficaces los barbazules que prescriben el encierro en Jujuy?
Aquello que se fue configurando en mi cuerpa al intentar rememorar experiencias fundantes y devenir tuvo un primer efecto paralizante en mi pensamiento y escritura. Mientras se instala y oprime eso que –aún– no tiene palabras para ser nombrado, como dice María Galindo, mientras voy cosiéndome un vestido. Encontrar una voz y darla en palabras. ¿Cuándo y por qué comenzó a ser ineludible pensar en la necesidad de reflexionar acerca de nuestras prácticas escénicas tomando una perspectiva de género? ¿Es posible pensarnos colectivamente? Cuerpas sentihacerpensantes, desordenando el control y normativa patriarcal que nos “permitió” llegar ahí, donde quiera sea el lugar al que pertenezcamos. Cruzar miradas, alianzas como estrategia de supervivencia y revelarnos otras, distintas, con el privilegio de reconocernos vulnerables antes que fuertes. Volviendo a ser células únicas y diferenciadas cuya virtud es la de multiplicarse, antes que reproducirse a imagen y semejanza.
A fines de los 80, el Frente de Gremios Estatales (FGE) se había organizado para hacer reclamos salariales, tomando como estrategia los piquetes y movilizaciones populares, habiendo derrocado a ocho gobernadores. Efecto secundario fue la reivindicación del lema “Memoria, Verdad y Justicia” y el surgimiento de la Organización Barrial Túpac Amaru liderada por Milagro Sala. En 1993, migré a Jujuy, con el título de Licenciada en Teatro de la UNT, convencida del poder liberador de la educación. Me topé con bebés de brazos aún más pequeñitos que los tucumanos, pasé a ser doña Renata en una ciudad conservadora, fronteriza, que da importancia a las apariencias y adjudica a los migrantes bolivianos los males que aquejan a la otrora impoluta Tacita de Plata. Discriminación, explotación laboral y exclusión son situaciones también compartidas por quienes llegan desde lugares remotos de la provincia, marcados por situaciones de inequidad y pobreza.
En esos años 90, estaba el Teatro Mitre donde ocurrían cosas y la salita Galán, para las cositas. Por esos tiempos, quienes hacían/ dirigían teatro eran casi todos varones, con escasa presencia femenina, incluso en los escenarios. Conocí al teatrista jujeño Tito Guerra, quien nutrió sus obras de la disolución del yo para abandonar el ser. Trabajé como asistente de dirección en sus puestas, participé de los ensayos donde proponía al grupo de actorxs, Martín Reynaga, Miguel Chauqui, Silvia Gallegos, estrategias para poner voz y cuerpo al texto; de forma que emerja “el sustrato americano”. Posibilitó, generoso y amable, eso que fui comprendiendo a través del tiempo y nutrí en rizomas diversos durante mi estar siendo en Jujuy, Latinoamérica: una directora que hace dialogar el paisaje mientras integra la cotidiana teatralidad; dejando un lugar subalterno al texto hecho de palabras. A través de Tito conocí a Silvia Gallegos, actriz amiga con quien seguimos compartiendo recorridos, marchas y preguntas acerca del rol de la mujer en el Teatro de Jujuy en el siglo XXI, a quien tengo el gusto de dirigir en Cara i luna.

– ¿Cómo se enlazan la práctica artística y la docente?
– Para ganarme la vida, enseñé teatro a niñes y adolescentes escolarizados, algunos de ellos con discapacidad. En 1998 y 1999, a raíz de armar un Profesorado de Teatro, conocí a Silvina Montecinos, y junto con otres docentes armamos el diseño de la carrera. En el año 2000 abrió la matrícula, llegaron docentes-artistas de otras provincias, propiciando una movida con producciones independiente para las Artes Visuales, Música, Danza y Teatro. En 2018, convocada por la profesora Tania Quipildor, integré el equipo que elaboró el Diseño Curricular del Lenguaje Teatral de nivel secundario, participé de enriquecidas discusiones que dieron como resultado una propuesta que dialoga con los distintos y posibles contextos educativos de la provincia y a la vez no deja de pensar en la posibilidad de espectar y producir teatro. A principios de 2001, Rodolfo Pacheco, bajo el lema “No podemos enseñar teatro sin hacer teatro”, nos convoca a Olga Chiabrando y a quien escribe a hacer Canciones alegres de niños de la patria, de Rafael Spregelburd. Al año siguiente, Silvina Montecinos abre La Sopa, Espacio Cultural; y Rodolfo Pacheco, El Teatro de la Vuelta del Siglo, espacio donde trabajé algunos años haciendo tareas diversas. Allí estrené Barbarita Manuela, obra que escribí y estrené en 2004. El lema puesto en boca de Mesié Walter “Si no lo vi, no sé de qué se trata” sigue siendo metáfora de la crueldad de la clase gobernante local: varones que celebran la patriótica pobreza ornamentados por silenciosas Barbaritas. Rituales vacíos, testigas silenciosas. Para esta propuesta, convoqué a estudiantxs del profesorado de teatro, muchxs de ellxs son quienes integran y sostienen la actividad teatral hoy.

– ¿Qué rescatarías en las experiencias y prácticas de este siglo XXI?
– Actuar en una grupa femenina marcó un hito en mi manera de vincularme para crear y producir teatro. En 2010 Silvina Tognetta dirigió Osito cumple años, unipersonal creado a partir de improvisaciones guiadas para componer personajes/escenas que hablaran de la imposibilidad de Eufemia de vincularse con “Osito”, el hijo apropiado de Amanda, una abuela que busca, recuerda y espera. De fondo el mundial, la servidumbre y sumisión doméstica. Nora Benaglia hizo música en vivo, Verónica Pérez hizo la asistencia de dirección, Florencia Califano diseñó vestuario y objetos escénicos, confeccionados por Milagro Tejerina.
Estas prácticas sucedieron en simultáneo con performances vinculadas a sesiones fotográficas o a propuestas escénicas/callejeras concretas. Pongo la cuerpa a personajas desagradables o políticamente incorrectas que trascienden la privacidad escénica andando las calles. En 2010, junto con Silvina Montecinos y Juan Castro Olivera, participamos de la convocatoria “Biodiversidad en el bicentenario”. Presentamos dos perfomances: la señora Nelly recibe la visita de Ernestina en su museo privado –y público a la vez–, temerosas de perder privilegios, riqueza y jerarquías ante la presunta avanzada de un grupo de quemagomas. Zulema, la “criada”, sirve a estas mujeres, habiendo sido privada de infancia, educación, identidad y su DNI secuestrado. Se rebela, abandona a su apropiadora, baila una danza boliviana. Cuando la Zulema quiere atravesar la puerta del Culturarte, doña Nelly llama a la policía. El policía que estaba de guardia intenta impedir la fuga de la actriz. Alguien le explica que es ficción. El familiar, bien gracias. La segunda performance transcurrió en las calles de Jujuy, parodiando la elección de la reina de la FNE, parodiando con humor el racismo y xenofobia vigente. Las candidatas de distintas edades y tamaños, todas ellas descendientes de poblaciones originarias, contaban su historia familiar, migrante, mientras presentaban al pueblo de origen. El guardia del shopping quiso impedir que ingresen y fue “chamuyado” por Marcelo Abud, fotógrafo del evento. Previamente la antropóloga Gabriela Karasik nos informó acerca de la historia de los migrantes que fueron llevados al Ingenio Ledesma y las condiciones de trabajo a las que fueron sometidos. En 2013 llegó desde Salta María Laura Buccianti para reproducir la performance “Las que lloran”, vinculada a los femicidios en las calles de la ciudad. Participaron veinte estudiantes del Profesorado de Teatro, quienes se encontraron con actrices y bailarinas llegadas desde Salta y Tucumán. Gestioné para lxs estudiantxs jujeñxs una capacitación de la ONG Juanita Moro, referida a las violencias basadas en génerx. A partir de ese momento, instalamos en la institución la necesidad y posibilidad de hablar y crear escénicamente, denunciando violencias basadas en género. Para el Festival Damas en Coche, creamos En estos zapatos, junto con Graciela Colqui, Belén Mérida y Carola de la Parra. La propuesta aborda poéticamente la trans-formación en historias, vocxs y cuerpxs variadxs, y ojalá pronto vuelva a ser representada. Al año siguiente, vestí el manto de la Virgen de la Copita, marché entre mujeres con quienes pudimos gozar, jugar, bailar y reconocernos en ese encuentro. Hacer de la cuerpa una fiesta para soñar y seguir sanando. A lo largo de los años, entre amigas y compañeras interpeladas desde los feminismos y experiencias vividas, ya no somos las mismas. Hemos sido construidas y atravesadas por los acontecimientos que dieron pie a las marchas “Ni una menos”, conquistado colectivamente la ley de acceso a la ILE en las calles, conscientes de aquello que ya no queremos ser.


El 7 de marzo de este año estrenamos la creación colectiva Cara i luna. Proyecto que sobrevivió las variadas circunstancias que nos fueron aconteciendo al ritmo y urgencias de la vida y casi al final ¡pandemia! Participar de los Encuentros de Directoras de Teatro –Jujuy y Tucumán 2018– contribuyó con palabras y miradas a resignificar el valor de nuestro trabajo desde lugares múltiples y variados que ocupamos: artistas, trabajadoras, docentes, esposas, madres, amigas, gestoras, cocineras, hijas… a veces indignadas, revolucionarias o negociadoras, mientras hacemos conscientes e intentamos desaprender los procesos de autoexplotación históricamente impuestos. El dispositivo de la creación colectiva se inició teniendo como referencia los aportes individuales de cada una de las actrices, llegados en formato “texto o idea”. Cada uno de los encuentros creadores tuvo una hora previa de mates, lectura de poesías, textos, charlas que no siempre tenían que ver con “la obra”, mientras la escucha fue resonando en aquello que portábamos: cuerpas, imágenes, palabras, deseos, preguntas, aromas, cansancios; oportunidad para hacer memoria e hilvanar situaciones, pensamientos, mezcla de ficción y verdad. Luego de que cada actriz organizara una propuesta, hubo un tiempo de encuentros sin lograr descifrar una lógica poética que constituya escena, ya que, durante muchos ensayos, la enunciación del texto tomó un lugar de privilegio, estando segmentados los particulares universos ficticios. Intuía, a lo sumo, que debía dejar aparecer el sustrato del cual hablaba Tito Guerra; sustrato abonado por las memorias, experiencias de vida, que sirviera para vincular a las actrices en la trama de las escenas y producir sentido. En mi rol de directora, no acertaba pensar cómo resolver la lógica de la obra. A través de preguntas y cambios de perspectiva, propuse abandonar o resignificar la sagrada palabra escrita o imagen inicial, incorporando voces, gestos, miradas en relación con el espacio, objetos vinculados a las escenas y situaciones.

Cotidianamente improvisábamos juegos con palabras, elaborando listas con números, colores que armaron una red de sentido poética y a la vez comunicacional; entrenamiento que rindió frutos insospechados. Propuesta que, a su vez, fue mutando en múltiples resonancias posibles, ya no como dogma o mandato, sino al provocar imágenes y emociones potentes que circulen primero al posibilitar un encuentro entre nosotras, las creadoras, para luego resonar entre las espectadoras, para quienes imaginamos la propuesta. Se fue desplegando un dispositivo escénico cuando una de las actrices, en su rol de viajera, teje una soga e interviene y a la vez dinamiza el espacio estableciendo límites. La segunda actriz fecunda su cuerpa con imágenes, sensaciones y preguntas. Una tercera ritma y sitia una ciudad que alberga realidades humanas trascendiendo las estadísticas; la cuarta en su casa pone la mesa, convoca a sus hijos y tiene conexión con almas del más allá. Mamushkas, cajas chinas únicas e irrepetibles, resuenan y contienen unas en otras. Al final del proceso, aparecieron nuevos objetos que, manipulados, multiplicaron el sentido y dirección de las palabras y acciones y fueron un hallazgo para denotar el lugar de pertenencia de las personajas, deviniendo intersecciones en las escenas –ya no textos–. Aparecieron fluidas las relaciones entre cuerpa, ciudad, viajera y mujer de la casa, atravesadas por sentimientos e historias comunes; haciendo de la memoria acontecimientos cotidianos o extraordinarios, oportunidades para entramar una ficción que presenta una y múltiples historias que habitan un espacio tiempo que se percibe distinto e impregnado de teatralidad; accesible al sumergirse en el cotidiano universo. Respirar la escena. Descolonizar la mirada. Actúan en Cara i luna Silvia Gallegos, María Galán, Tania Quipildor y Vanesa Vásquez. Laura Vaquer diseñó y elaboró los objetos y vestuario. Daniela Delfín y Raquel Alancay son asistentes de dirección/técnicas de la propuesta cuya dirección está a mi cargo. La obra está pensada para ser presentada en barrios, destinada principalmente a mujeres trabajadoras, copas de leche, comedores barriales. Una vez que podamos ser vacunadxs todas, todes y todos, nos permitirá la fiesta del encuentro el intercambio mediado por el teatro. Nombré a esta grupa Conjunto Salmón, por el desafío de andar a contracorriente para desovar en aguas transparentes, por los conjuntos de color usados por las empleadas públicas de Jujuy más otras ocurrencias, mientras deseamos integrar y aceptar que los tiempos de producción puedan ser acomodados en función a las urgencias de los tiempos vitales. Sostenernos, alivianar cargas, cerrar la puerta, habitar espacios públicos, reunirnos, ensayar. Generar encuentros entre creadoras, charlas, preguntas que sirven para pelar naranjas o manzanas. Mientras descreemos del “completarnos” por compartir una naranja al salir de la pieza. Bailar, abrazar, reír y leer poesía son alimento indispensable para llegar a ser parte de una acción colectiva. Comprender que es necesario caminar y andar solas para llegar a sentirnos dueñas de nuestra libertad. Por esos tiempos escribí El rey rey es mocho (versión de un cuento infantil), una versión teatral de El caballero de la armadura oxidada, La Frontera, Rojo sobre blanco, Osito cumple años (con Silvina Tognetta), máquina é, FoToclickAbueloDavid, Dejad los niños, Mulánima (con Vanesa Vázquez). Cursé un posgrado en Dramaturgia en la UNCórdoba, dirigido por vos, maestra y amiga, quien estimula a crear y dar testimonio de nuestro trabajo, ya que, al ser mujeres, los obstáculos para atravesar son mayores.

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