¿Existe un punto de encuentro entre los inicios del teatro nacional, el género la gauchesca y las nuevas formas predominantes en el arte actual? ¿Es posible encontrar nexos de conexión entre dos vertientes que parecieran antagonistas o por lo menos muy distantes en tiempo y formas? ¿Existe una ilación posible entre el site specific y nuestro género nacional fundante? ¿Cuánto de azar hay en la construcción de nuevas poéticas y mixturas, y cuánto de búsqueda legítima?
Siempre sentí nuestra actividad teatral, la del grupo Dionisio, (elenco originario de la ciudad de Puerto Deseado, en la provincia de Santa Cruz, con más de 15 años de trayectoria) y particularmente mi dramaturgia y dirección, muy vinculada, embebida y atravesada por lo azaroso. Le he otorgado a esta fuerza imprevisible e impensada, en muchas oportunidades, las riendas de decenas de nuestros trabajos de experimentación, permitiéndonos coquetear con ella, como en un juego de seducción, esperando que aparezca el primer guiño que nos oriente y nos vincule con algo más que aún no vislumbráramos. En definitiva, el arte sin presencia de lo azaroso ¿sería arte? ¿Se puede esquivar el azar sin tomar en cuenta lo que ello implica?
El azar nos llevó algún día a vincularnos con el género teatral madre de nuestra identidad nacional: la gauchesca. Y digo el azar porque en nuestra búsqueda grupal era impensado, hasta ese momento, vincularnos con el mencionado género. El convite, en principio, vino de la mano del gran maestro Hugo Aristimuño, quien en el marco de un selectivo provincial llamado FESTESA, en nuestra Patagonia, más precisamente en Comandante Luis Piedra Buena, en el año 2019, nos invita a repensarnos como pueblo, a buscar nuestra propia voz, volver a mirarnos, a hallar nuestras formas identitarias en el decir y hacer. Hasta aquí nada de azar, solo una invitación, una idea, palabras flotando en el aire… pero al llegar al vehículo con la intención de dar marcha (no solo al automóvil sino también a una nueva búsqueda ¿Pero por dónde empezar?), la radio nos regala una melodía surera. El arpegio de la prima y la bordona se fusionan con el arte más genuino de la tradición patriótica: el payador. Coplas improvisadas sueltas al viento, ruedan por los campos patagónicos mientras acelero la marcha y nace una idea.
Vengan santos milagreros
Vengan todos en mi ayuda
Que la lengua se me añuda
Y se me turba la vista
Pido a mi Dios que me asista
En esta ocasión tan ruda
Como en un juego de niños, aquellas palabras motivadoras y estas señales azarosas, nos abrieron las puertas al fantástico mundo de la literatura y música gauchesca. No sé por qué el termino identidad me remitió indefectiblemente a tradición. El Fausto, Martín Fierro, Juan Moreira, Santos Vega, Don Segundo Sombra, Gabino Ezeiza y ciento de payadores, de acá y de más allá, Atahualpa Yupanqui, Argentino Luna, Larralde, Cafrune, Tokar, Membriani, Maggi, y los poco conocidos pero no por eso menos importantes cantores de pueblo, intérpretes del fogón, comenzaron a frecuentar nuestras lecturas cotidianas, nuestros viajes de horas muertas por la estepa patagónica, recorriendo distancias interminables con la cadencia de una milonga de fondo, melodías que se cuelan como el viento entre los pajonales, y así alargando la mirada para encontrar en el horizonte las historias perdidas que el aire lleva, escondido detrás del retumbo de un cultrún, o en el aire esquivo de una pifilka que entreteje con un acorde de guitarra criolla una nueva mixtura antes no existente, fue surgiendo el espectáculo Diluvio.
Si hay que alzar la voz para contar nuestras tradiciones, ¿por qué hablar en otros idiomas o códigos? Me preguntaba luego del desafío de Aristimuño. Si al alcance de la mano tenemos el fuego intacto de nuestra identidad, quemándonos por dentro ¿Por qué no podemos verlo? ¿Qué luz nos enceguece que nos atrae más lo foráneo?
En 1877 se creaba la sociedad protectora del teatro nacional en Buenos Aires, sosteniendo la queja que sólo se contaba con cuatro dramaturgos originarios, y aunque no se le concedía el valor que estos creadores merecían, se nos mostraba que el camino era la defensa de lo propio. La creación de lo propio si es que eso no existiera. Y en Santa Cruz necesitábamos encontrar “lo propio”. Nuestras historias se emparentan o se asemejan demasiado a otras de cada punto del globo terráqueo, las historias son universales ¿Qué es lo que las vuelve particular? ¿Qué de esa fábula nos pertenece exclusivamente?
Contemplando el horizonte y la nada misma vislumbré a Ortuzar y Bevacua, los dos personajes que componen el espectáculo Diluvio, confundiéndose con el paisaje, casi hasta formar parte del mismo, como en un todo amalgamado. Me imaginé esos dos seres intentando fundar una ciudad en medio de la nada misma. Poco avezado en la escritura dramática busqué apoyo y me largué al camino. La dirección dramatúrgica la encontré de la mano de un prolífero artista de nuestro teatro nacional como los es Alejandro Robino, quien también, como si fueses una fórmula alquímica que provoca el azar, estaba disfrutando y brindando un taller de dramaturgia en el FESTESA patagónico 2019, cuando llegó aquel primer puntapié para mirarnos como grupo y para encontrar nuestra propia voz. Él con su experiencia, ordenó las ideas.
LA GAUCHESCA
Como género teatral se nos cuenta que la gauchesca nace con la primera pieza de identidad nacional representada por criollos: Juan Moreira. “La idea podría haber sido de Eduardo Gutiérrez, quien propone hacer una pantomima tomada de su novela Juan Moreira o de Alfredo Cattaneo, representante de la empresa Politeama, que propone a Gutiérrez hacer la adaptación asegurando intérpretes criollos para el tema gauchesco”. Los intérpretes autóctonos serían nada más y nada menos que los Podestá, artistas circenses criollos que cumplirían un importante rol en la “época de oro” del teatro argentino, quienes en forma de pantomima realizan por vez primera el 2 de julio de 1884, la obra Juan Moreira que Gutiérrez ya había publicado su historia novelada a fines de 1879.
En 1886, 18 meses después del estreno del espectáculo Juan Moreira, la compañía circense se encontraba de gira y al llegar a Arrecifes, ante la invitación del dueño de la carpa de aquella población, un residente francés, Podestá acepta transformar la pantomima en un drama hablado, preparando una versión en dos actos que se estrenó luego en Chivilcoy, en la provincia de Buenos Aires, el 10 de abril de 1886. El éxito rotundo del espectáculo otorgó a la gauchesca como género teatral un marcado crecimiento desde aquel entonces, aunque también se ha ido modificando junto con el gaucho y sus diferentes adaptaciones a los nuevos contextos actuales.
El Martín Fierro de Hernández se convierte en el poema nacional, la obra literaria local más vendida en Argentina y Juan Moreira, con la versión de los Podestá da cuenta del inicio del teatro nacional. El protagonista de todas estas historias rurales es el gaucho. El gaucho en todas sus formas: pendenciero, ladino, amante de su familia, héroe y antihéroe, poco culto ante el avance de los libros, pero sabedor de sus oficios como nadie. La gauchesca es poesía, canción, narrativa y teatro que reivindica la figura del gaucho. Como género literario buscaba demandar nuestro espíritu nacionalista, alzar nuestras voces, echar una mirada ante tanto palabrerío foráneo, era una crítica social a la época. Se le daba un lugar a lo popular ante tanta literatura de culto. Será por esta sencillez el éxito marcado de ambos productos en aquellos años. Y eso justamente era lo que buscábamos como trabajadores artísticos de una realidad teatral aún muy virgen y poco explorada, alzar nuestra voz y buscar nuevamente nuestro sentir popular, necesitamos que la gente se acerque al teatro nuevamente, más aún en latitudes distantes donde el público escasea.
La pandemia COVID-19 puso freno a una infinidad de actividades en el mundo entero, la actividad teatral presencial se detuvo, pero también se abrieron nuevos vínculos, oportunidades antes no pensadas. Para quienes nos encontramos distanciados de las grandes urbes fue una oportunidad única de vincularnos con lo mejor de la actividad teatral mundial: asistimos a centenares de ofertas de cursos a distancias, nuevas experiencias teatrales, búsquedas de re significación de lo teatral, obras por streaming, teatro digital, el regreso con fuerza de los radioteatros, etc. Incluso se armaron programas específicos para los trabajadores del arte teatral y el sostenimiento de sus actividades específicas… y en este período, como elenco, nos encontramos ensayando virtualmente la obra Diluvio, a la espera que se habiliten las salas teatrales, cuando todo cobró un giro inesperado. Apoyado nuevamente en esta magia azarosa que mueve los hilos de la historia de nuestro grupo, se habilitaron en primer instancia, por lo menos en nuestra provincia, los espacios al aire libre y tal era nuestro deseo de realizar funciones de nuestro nuevo espectáculo, que nos vimos buscando cañadones de antigua hechura, cual antiguos escenarios griegos, volviendo al teatro original, a los principios mismos del nacimiento del teatro occidental…y todo parecía relacionarse: si lo que buscábamos como grupo era repensarnos y mirar nuestra práctica teatral, qué mejor que regresar a los orígenes (un espacio similar a un anfiteatro griego pero en medio de la estepa patagónica) del teatro mundial por el escenario y del teatro nacional desde la dramaturgia: La búsqueda de la gauchesca como género distintivo…. Hagamos teatro en un sitio específico al aire libre, y que sea esta vez el público quien visite a los actores o personajes en su hábitat real. Y sin saberlo nos arrimamos a un nuevo tipo de teatro que ya existía, pero desconocíamos y que producto en principio de lo azaroso comenzamos a indagar para instruirnos en sus modalidades: el site specific.
EL SITE SPECIFIC O SITIO ESPECÍFICO
El término site-specific se refiere a un tipo de trabajo artístico específicamente diseñado para una locación en particular, de lo que se desprende una interrelación única con el espacio. Si la pieza se mueve del sitio específico donde ha sido montada, pierde parte sustancial, si no es que todo, de su significado. Este género se comenzó a acuñar desde la década del 70 y sin buscarlo nos vimos
envueltos en la mixtura de la gauchesca con el site specific. Azar puro.
Me gusta una imagen que compartiera Silvia Arújo, directora del espectáculo La Bendición, de Comodoro Rivadavia, luego de presenciar nuestro espectáculo Diluvio y que tomaré prestada para este final. Ella me habló de Eneas y su misión por fundar la nueva Roma luego de la derrota en la batalla de Troya. La historia en cierta forma se emparentaba, mezclada por un viento generoso que reúne culturas y fábulas del mundo en la bolsa cósmica del tiempo, emulando a ese Eneas (retratado en La Eneida de Virgilio) aguardando el guiño protector de los dioses en cada sitio en el que se suscitaban nuevas historias, deseoso de encontrar un espacio donde resurgir con más fuerza, así, Ortuzar y Bevacua, gauchos de la estepa patagónica, avivan el fuego con coirones, mata negra, lenga, deseando mantener viva la llama de su terruño, no desaparecer ¿quién sabe sino también la llama de la gauchesca ante tanta variedad y abanico de criterios y posibilidades? Y en esa misión lo intentan todo. La gauchesca se entremezcla con el site specific ¿generando una nueva poética? El público no va al teatro a ver a los guachos en exhibición, el espectador viaja al campo a conocer a sus habitantes, sale de la comodidad del teatro tradicional y se vincula con nuevas formas del decir. La obra allí cobra otra dimensión.
Anuncia el comisario Ortuzar en sus líneas: “Conozca acá, en media hora llegue a la nueva Roma”… ¿Será que los dioses, cual a Eneas, post pandemia, nos marcan un nuevo sitio fundante de una nueva gauchesca que nos invite al espectador a habitar territorios que le son propios a los personajes? El gaucho llevado a la ciudad, al teatro tradicional, entremezclado con las bambalinas, con fogones ficticios y decorados de cartón ¿producen el mismo efecto en el espectador que el gaucho en estado puro? ¿El hábitat cotidiano, con sus aromas, colores y sonidos se pueden retratar fielmente en un escenario tradicional? El espectador cambia así una butaca acolchonada por un tronco, una manta, poncho o ruana al piso. El asistente observa una escenografía natural que le inunda los ojos de tanto paisaje y un horizonte inconmensurable. El público, entre mate y mate, esa ceremonia típica de nuestra tradición, se moviliza con la historia, los personajes, sus costumbres. La obra se inicia ni bien comienza el viaje al campo. ¿Dónde vamos? ¿Qué nuevas formas encontraremos? ¿Tiene esto sentido? Y el espectador, impregnado del humo sencillito que mantiene el fogón central del espectáculo no solo se hipnotiza por el rechinar del madero ardiendo y la fragancia del leño encendido, sino que vislumbra allí, en esa turba que asciende hacia el cielo hasta confundirse con las nubes, nuevas formas, cual juego de niños… ¿nuevas formas teatrales?
Después de una función en el viejo cañadón torcido de la ciudad de Puerto Deseado, distante unos cinco kilómetros de todo atisbo de civilización, una tarde de enero, una espectadora sensibilizada por la historia y sus personajes me dijo: “cada vez que pase por este recodo del cañadón y transite este camino polvoriento, cada vez que el viento suelte un silbo cual queja errante que se estanca, escondiéndose entre los matorrales, yo miraré hacia estos arbustos achaparrados, contemplaré la tapera semiderruida y buscaré a estos habitantes que se han quedado detenidos en el tiempo en este páramo estepario e inhóspito de la Patagonia. Ellos son ese lugar y habitarán para siempre en mí”. ¿Qué es la gauchesca para quien escribe? Eso, un género que me invitó a conocerlo, que siempre estuvo ahí aunque mirásemos embobados otros horizontes. La gauchesca, entreverada con el site specific es posible, ¿será una nueva poética?, ¿será mero azar? No lo sé, pero habitará para siempre en mí, como parte de nuestra identidad como grupo teatral.
Pedro Luis Barcia, en su texto introducción a la literatura gauchesca, nos cuenta que las antiguas payadas consistían en certámenes improvisados por lo trovadores errantes, donde los payadores trataban, alternándose, de lucirse en duelos provocados por una trampa de juego… o un poético lance de contrapunto. Lugones considera como el antecedente de la payada, más directo y significativo, a ciertos torneos en verso que tenían lugar entre trovadores provenzales y que se denominaban tensiones. Un contrapunto entre la gauchesca y el sitio específico donde ambos se lucen para dejar una nueva forma registrada, por lo menos en estas latitudes.
Soy producto del azar que fecunda con los vientos
Traigo el acento directo más sencillo del lugar
Y si gusta usted pasar a mi sitio, le prevengo
Que acá no hay sillas, ni asiento, ni butacas por demás.
Desencille y ahí nomás, al ladito del fogón
Ya comienza la función y la historia la sostengo
Encierra lo que yo siento, es genuino e la región.
Minibio Mario Canales
Nació en Puerto Deseado, provincia de Santa Cruz, en 19977. Es profesor, Actor, dramaturgo, conductor, locutor radial y director teatral de los elencos de Teatro: Adolescente Dumas (hace 16 años), Adultos Grupo Dionisio (hace 14 años), Infantiles Grupo Eclipse (hace 11 años). Además, es el creador y parte del equipo Organizador de los festivales de Teatro: Teatro Deseado y Festival Monólogos al viento. Como dramaturgo ha escrito las obras: Uriel de las cajas, A Diario, Aviones, Cupido y Diluvio. Se formó con maestros como: Mauricio Kartun, Marcelo Islas, Carlos Catalano, Oscar Guzmán, Alejandro Robino, Rubén Stella, Daniela Ferrari, entre otros docentes.