15 • julio • 2022

📌 Argentina

Mariela Asensio: “El cuerpo es una identidad en sí misma que tiene carga política desde antes de que la obra exista”

Entrevista realizada para el Cuaderno Picadero N°40 del Instituto Nacional del Teatro.

Mariela Asensio

Es actriz, performer, dramaturga, directora y docente. Integra la Fundación Carlos Somigliana (SOMI), que tiene a su cargo la dirección del Teatro del Pueblo. Se formó en la Escuela Nacional de Arte Dramático, y en el ámbito privado con docentes como Laura Bove y Mauricio Kartun. Entre sus obras se destacan: Hotel melancólico;, Malditos todos mis ex;, Mujeres en el baño y La Casa oscura.

-Te hice una nota en el 2008 para Mujeres en el baño y ya sostenías un discurso feminista ¿qué cambió y qué resiste?

-De aquel entonces cambió un montón todo, cuando yo hice Mujeres en el baño y yo decía “feminismo”, la gente me miraba como si estuviese de la nuca. No se hablaba de feminismo en el teatro abiertamente, no era un tema que fluía. Obviamente hablaba del tema pero no inventé nada, simplemente que en aquel momento en el panorama teatral no estaba asociado al feminismo directamente. Yo llego intuitivamente al feminismo. Había temas que me interpelaban, formas de transitar lugares que no me resultaban orgánicos. Empecé a escribir y ahí aparecían temas que inevitablemente se asociaban a las luchas feministas. Pero no tenía una conciencia a priori. Yo sSiempre me acuerdo de Moira Soto que me entrevista por la obra, y a partir de lo que ella me va diciendo me empiezo a dar cuenta de que la obra era feminista, y cuando empiezo a indagar en el feminismo, y me doy cuenta que había un montón de ideas que estaban hacía mucho tiempo instaladas. Ahí había un lugar de pertenencias. Ahora esa circunstancia está habilitada como debate y se dio vuelta la cuestión:, ahora criticar al feminismo es políticamente incorrecto. En la época que yo hice Mujeres en el baño todo el mundo creía que el feminismo era machismo al revés. Ya desde ese lugar es un cambio radical, hoy todo el mundo sabe que eso no es así. Por otro lado creo que las nuevas generaciones vienen con otra cabeza. Obvio estamos hablando siempre de la clase media, en nuestra burbuja. Yo soy jurada de varios concursos, me suele pasar que el tema de la paridad es un tema. Lo que cambió es que las mujeres defendemos eso que antes por ahí tampoco nos dábamos cuenta y no nos animábamos a pronunciarnos. Ahora es poco probable que en un jurado o en una programación alguna mujer no diga: “¡no, che, paren esto no, esto sí!”.  si Sí lo que creo que en las estructuras fuertes hay un estándar que sigue sosteniéndose. Yo siempre digo que hay que tener cuidado que el árbol no tape el bosque. Me refiero a las instituciones, las empresas, los lugares que manejan el dinero, el capital, las decisiones donde se mueve dinero;, porque en definitiva tiene que ver con eso, con el trabajo. Si vos analizás qué lugares ocupan las mujeres donde hay dinero, siguen siendo más los varones que las mujeres. Cuidamos que siempre después en la posta no se mueve tanto. Los cambios no pueden depender de voluntades pasajeras, yo creo en la política, hay que legislarlos. Que en una programación haya paridad no puede depender de la voluntad de alguien y menos en la esfera de lo público. Los concursos que siempre ganan muchos varones y muy pocas mujeres.  Yo soy muy crítica con esto ¿Por qué hacer un concurso solo para mujeres? Después es muy difícil acceder a ciertos lugares. Entonces yo digo:, todo bien con el concurso de mujeres, pero mientras tanto trabajemos la estructura. 

-¿Se intentó construir una especie de una poética femenina?

-Yo parto de la base que una construcción cultural, cuando algo lo legitimás empieza a existir porque todos empiezan a creer en eso. Pero si lo deconstruimos y pensamos un poco  vemos que  lo femenino es un espejismo creado por el patriarcado. Sí lo que creo es que hay formas legitimadas. Vos estudiás y crecés haciendo determinadas obras, donde las estructuras asignan distintos roles a hombres y mujeres, reproducen ciertos estereotipos sociales: eso es netamente patriarcal. Hay una dramaturgia que empieza a estallar esa idea y a querer mostrar esa idea o mostrar de otra forma las cosas. En ese sentido, hay un camino por hacer, porque lo que rompe una estructura hegemónica y legitimada pareciera que está mal. A mí lo que me pasa, mMe fastidia que escriban sobre la menopausia, sobre el amor, sobre tener 30. Yo como dramaturga puedo hablar de cualquier tema, parecería que solo los varones pueden hablar de grandes temas y nosotras quedamos relegadas a los temas de las mujeres. ¿Cuáles son los esos temas? Yo me rebelo. No tiene que ver con los temas, si no con el cómo, los procedimientos. Es el patriarcado, la hegemonía, en el que todos somos partícipes y decidimos corrernos e interpelarnos. También pasa en un aula, o dirigiendo una obra.

-¿Cómo te replanteas cuando dirigís, el rol de “directorx” para evitar caer en una lógica patriarcal?

– Con mucho relax, y trabajando grupalmente. Más allá de lo intuitivo, yo venía con un bagaje aprendido de la ley. Era mucho más férrea, yo creía que tenía que ser papá, mamá, paternalismo. Con los años empecé a delegar un montón de cosas, para mí dirigir es horizontal con roles. Lo noto en todo, cuando delegás, tu idea mejora, porque yo puedo contarle una idea a un escenógrafo, pero yo no sé nada. Siempre el imaginario de la otra persona siempre va a mejorar tu idea, esto no significa decirle que sí a todo. Me parece importante que todos nos apropiemos de lo que estamos haciendo.

-Trabajás tanto en el circuito “independiente” como en el “comercial”. ¿Te planteás las formas de recepción de tu trabajo en dos circuitos que “a priori” parecen querer la “reproducción social” de lo mismo y la novedad/experimentación?

-Yo hago el mismo teatro en cualquier lado. Al menos el que escribo. No me privo de nada en ningún circuito en términos de relato. De hecho, mi obra Mujeres en el baño tuvo su primera versión en el off y ahora está en calle Corrientes. Lo que cambian son los esquemas de producción, es menos probable que el circuito comercial tenga interés en producir búsquedas más experimentales, y más probable que quiera producir las estructuras más legitimadas culturalmente. Pero existen excepciones. En mi caso particular, me asumo como una escritora que no escribe ni produce para circuitos. Yo hago las obras sin especular demasiado. Creo que gracias a eso es que me sigue entusiasmando mi profesión. Porque puedo ser yo sin limitaciones. También he aprendido a decir que no, cuando sentí que lo que había para hacer no me representaba de ninguna manera. Es interesante pensar en el equilibrio que existe entre el ser artista y el ser una trabajadora. Somos personas que trabajan, pero también que construyen contenidos. Y eso inevitablemente implica una responsabilidad. Aun el entretenimiento más llano, está atravesado por lo político. Es interesante no perder de vista eso.

Respecto a los públicos, no tengo el prejuicio de pensar que hay un público que quiere una cosa y otro que quiere otra. La gente puede circular en uno u otro circuito y puede interesarle algo o no más allá del teatro en el cual lo esté viendo.El teatro te llega o no te llega. Y eso trasciende circuitos.

-¿Cómo trabajas la construcción de la feminidad?

-Yo trabajo con lo que hay. Para mí lo más interesante es usar, en el mejor de los sentidos, lo que la persona tiene y es. Yo siempre digo que hay un gran error que es querer que los actores o actrices se nieguen a sí mismos para actuar algo. No lo pienso desde lo conceptual, es más práctico. Me acuerdo de mi obra Malditos todos mis ex. En el comienzo la actriz (Raquel Ameri) está totalmente desnuda. ¿Por qué? Porque la escena habla de un matrimonio que se está separando, ella está saliendo de la ducha, él le habla del porno y ni la ve. Es totalmente a favor de la situación, generaba horror ver un cuerpo desnudo de mujer. Capaz el cuerpo de una mujer no sexualizado interpela. Yo siento que es más del otro que del cuerpo que lo está haciendo. No era un tema esa desnudez, pero generaba un rechazo y culturalmente un cuerpo no sexualizado. Estamos acostumbrados a que un cuerpo desnudo de mujer esté en función de lo sexy, y acá estaba en función de un discurso. Vos ves una mina en pelotas en la tapa de PlayBoy y no te horrorizas. Pero ver un cuerpo politizado genera violencia porque está diciendo algo.

Decís que el cuerpo de una mujer en escena genera violencia si está politizado y no sexualizado. Desde tu lugar de creadora: ¿Cómo se puede Politizar un cuerpo en la escena? ¿Cuáles son las estrategias?

-Lo que se politiza son los dispositivos escénicos y los discursos, el cuerpo es una identidad en sí misma que tiene carga política desde antes de que la obra exista. No se politiza al cuerpo en sí mismo como tal, sino que se activan procedimientos que construyen un todo. Ese todo al desprender un sentido, encuadra ideas y contenidos. De eso se trata la maquinaria escénica. Por eso el teatro es un hecho colectivo. Nunca es una sola cosa la que cuenta, sino la construcción y el resultado que genera el todo cuando se manifiesta. En síntesis, no es un cuerpo en particular, sino las metáforas y sentidos que expresa y se potencian cuando se pone en función de un relato en comunión con los demás elementos de la escena. Por otra parte, correr a los cuerpos de los lugares asignados históricamente por el patriarcado, es en sí mismo una forma de politizarlos. Nadie cuestiona la existencia de un cuerpo cuando está a disposición de las estructuras hegemónicas. Ahora, cuando se corre un milímetro de ese lugar culturalmente aceptado, molesta y genera reacciones negativas. Se acepta el cuerpo deseado, pero no el cuerpo deseante. Se legitima el cuerpo que no molesta, el que se queda en el molde y solo sale a la luz para ser funcional al sistema. Romper esa lógica es hacer política. Por otra parte, es impresionante la cantidad de prejuicios y exigencias que existen sobre el cuerpo de una mujer: la belleza, la delgadez, la maternidad, la juventud, el recato, la sexualidad en función del deseo masculino. Es algo extenuante. La escena teatral, no queda libre de estas cuestiones. La mirada externa también está atravesada por los prejuicios y en algunos casos puede transformarse en una mirada policial e incluso violenta. 

 

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