28 • diciembre • 2022

Jimena Aguilar: “Entiendo al texto dramatúrgico como un desafío liberador”

CABA

Entrevista de Juan Ignacio Crespo publicada originalmente en Revista Picadero N° 45: Nuevo Teatro Documental. Fotos de Franco Miguens.

Captura de Pantalla 2022-12-27 a la(s) 17.07.47

Creadora de amplio recorrido, Jimena Aguilar asume la importancia de la dramaturgia en la construcción de sus materiales y desmitifica que la palabra pueda ser una captura para los cuerpos en escena.

La escritura dramática y la actuación se disputan históricamente la esencia del teatro. El argumento antropológico sacará a relucir los orígenes rituales y desaforados del culto mistérico a Dionisios, donde la finalidad era la embriaguez y la pérdida de toda mesura desentendiéndose de cualquier texto-logos. Sin embargo, la importancia histórica de La Poética de Aristóteles cristalizó las artes escénicas a la palabra, a la estructura, a la mímesis y a la representación de la realidad ( cabe recordar que este texto son prescripciones precisas para la confección de una buena tragedia, pero, en verdad, el autor reduce todo al modelo narrativo de Edipo de Sófocles). Saliendo ya del mundo helénico, esta discusión sigue en pie, y si bien las artes performáticas han puesto en crisis el texto como liturgia inevitable, el poema dramático sigue manteniendo un prestigio como base para una futura representación.

El curriculum de Jimena Aguilar ( Dixit, Baladí) podría dejar entrever que su punta de lanza para la creación es el texto lato sensu: Premio Rozenmacher de Nueva Dramaturgia (FIBA) por Un día es un montón de cosas; Trotar, pastar y dormir Mención en el Premio ARTEI 2016 y su último trabajo Una circunstancia denominada mundo obtuvo el Premio Internacional Dramaturgia Invasora que se otorga en España (obviamente entre otras distinciones). Los jurados no dudan en arrojarle trofeos por el mundo poético que respira en sus páginas: lo épico en lo cotidiano, los sueños, lo fantástico (en su última puesta muy WesAnderniana, un personaje se arroja a la caza de un calamar gigante), la amistad, y posiblemente el amor. Encarnando otros roles (como el del diseño sonoro por su formación como intérprete musical) y obviamente el de directora, las formas escénicas de Jimena, sin embargo, ponen a la escritura y a la potencia de esta como “ánima” de sus acontecimientos, sin desatender que la materialidad de la escena requiere de un orden visual y plástico. En esta entrevista, la autora trata de pensar lo íntimo y el género en relación con su escritura, y el pasaje a una escena que demanda expandir la sintaxis de la dramaturgia.

-Parecería que siempre inicias tus proyectos desde un texto sólido trabajado en soledad. ¿Hay algo de esa “intimidad de escritura” que se filtra en tus puestas y que se convierte en forma teatral?
-Puede que algo de eso así sea, y ahí se me ocurre preguntarme cuál sería esa forma, cuál es la forma de lo íntimo. Por otro lado, si bien reconozco algo de esa atmósfera en muchos momentos de mis puestas, también hay otros momentos que identifico como muy expansivos. Pienso, por ejemplo, en mi último montaje: Una circunstancia denominada mundo, donde hay una escena que llamamos el sueño naranja en la cual hay un despliegue visual, plástico y musical que no me remite específicamente a lo íntimo en términos de puesta en escena, sino más bien a algo muy para afuera. Sí sé a conciencia que hay una zona que es la que más me interesa trabajar, y es esa zona donde se cruza lo extracotidiano con lo cotidiano, donde imagino que hay una especie de portal que se abre y entonces podés percibir o intuir, no sé con qué sentido, algo del misterio de la existencia, y creo que hay algo de esa percepción que tal vez solo suceda, o suceda con mayor nitidez de pensamiento, cuando estamos en soledad, en intimidad con nuestro propio yo. Quiero decir, al menos para mí, no sé si sería posible ese nivel de profundidad en la percepción cuando estoy en relación con otras personas, porque tal vez los abismos son absolutamente personales: nacer, morir y en el medio intentar captar algo de qué es todo eso.

-En cierto momento se intentó definir la producción de autoras mujeres como “dramaturgia femenina” (con una sensibilidad distinta) ¿Te parece que existe algo así o esa definición es una reducción patriarcal más?
-Me parece que no hay un tipo específico de sensibilidad, o cualquier otra cualidad, que sea patrimonio exclusivo de un género, o rango etario o lo que sea. Sí creo que hay experiencias de vida compartidas por determinados grupos humanos por el simple hecho de formar parte de ese sector de la humanidad, situaciones que se viven y se transitan con las particularidades propias de cada contexto, como entiendo que también les sucede, por ejemplo, a las personas que habitan diferentes contextos socioculturales, económicos, etcétera. Creo que esto no se traduce necesariamente en que haya una sensibilidad distinta o una manera de transmitir diferente que entonces se corresponda de manera directa y necesaria con cada género, pero sí muchas veces puede arrimar la mirada más hacia un lado que a otro. Por otro lado, también pienso que sí hay temas y abordajes que por tradición, costumbre, y tal vez cierta inercia, pareciera que son los que le corresponden a determinado género, y eso, una vez más, también sucede, por ejemplo, con las dramaturgias que se producen en diferentes regiones del mundo, pero creo que esto está más relacionado con los mandatos, con lo que se espera de cierta producción que viene de determinado sector, pero eso es algo muy distinto a pensar que lo femenino necesariamente tiene una forma preestablecida, ya que antes mencionábamos el posible vínculo entre el contexto de producción y la forma que este puede llegar a generar.

-En tu último trabajo, Una circunstancia denominada mundo, aparecen elementos de neto corte filosófico. ¿Puede el teatro seguir siendo un soporte de ideas?
-Pienso en cuando se dice que todo es política, y, en asociación, si hay algo de lo humano que no sea un soporte, y en consecuencia también un transmisor de ideas. Ahora si nos referimos a una exposición, confrontación, puesta en evidencia explícita de ideas, creo que lo más interesante se genera cuando esas ideas están, a su vez, sostenidas por una propuesta plástica, una situación teatral, musical, etcétera, y no solamente un intercambio de ideas sin más, al menos ese punto en particular es lo que a mí más me interesa que suceda en un espectáculo teatral. Y en particular, en cuanto a la filosofía, la cual me interesa mucho y que, al fin y al cabo, es ni más ni menos la historia del pensamiento humano, creo que un concepto puede ser portador de tanta belleza como una obra de arte plástico, una fotografía, etcétera, una composición de ideas “bella” puede emocionarme tanto como la composición de una imagen.

-Trabajando desde una dramaturgia sólida, ¿podría esta encorsetar las potencias de los cuerpos en escena?
-Yo creo que todo lo contrario, puede potenciar enormemente esas potencias. Desde ya que estoy asumiendo que para que eso suceda tiene que estar implicada una dramaturgia “bien escrita”, lo que sea que eso sea, digo, una dramaturgia que proponga, que abra sentido y despierte imaginario. Entiendo al texto dramatúrgico como un desafío liberador, en el sentido que propone al intérprete una especie de mapa repleto de destinos posibles para transitar. Con esto no quiero decir que no haya dramaturgias producidas desde la actuación que no sean interesantes ‒que las hay y muchas‒ pero en lo personal a mí me interesa más trabajar desde una dramaturgia previamente trabajada porque me permite alcanzar un nivel mayor de profundidad.

-Has transitado todos los roles dentro de una producción (actriz, dramaturga, directora). Estos tres roles siempre están en tensión y pujan por apropiarse la autoría de la pieza. ¿Desde tu experiencia podrías privilegiar alguno o más bien cada uno se entremezcla con el otro?
-Actriz fui por un período realmente muy breve, pero ok, lo concedo, habité el rol y sobreviví para contarlo. Pienso en fases, en etapas, se me ocurre en algún punto que pueden asociarse estos roles a diferentes etapas del proceso. Como si la escritura perteneciera a la niñez del proceso, que va descubriendo de qué se trata todo ese universo, a la dirección le corresponde la juventud que experimenta y ensaya prueba y error, y a quienes interpretan les corresponde apropiarse ya de la madurez del material. Por supuesto, como todo proceso, hay etapas compartidas, nada es tan rígido y estanco, pero se me ocurre que algo de eso organiza mi manera de pensarlo, porque realmente considero que hay un punto donde claramente es un trabajo de equipo donde incluso la autoría entonces también es compartida con quien diseña la iluminación, las visuales y el sonido del montaje.

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