“Los espacios culturales intentan recrear esos rincones primarios, esas ‘cocinas’ en donde el fuego nos convoca y cobija. Lugares que laten para decirnos que sigue habiendo ‘espacio para los espacios’. Para decirnos en voz alta que tienen calor para ofrecernos y tiempo para esperarnos… Que tienen rincones donde las culturas se abren de par en par para ofrecernos formas diversas de escondites y oráculos, de preguntas y maravillas, de viajes y profundidades… Es cuestión de salir a caminar y saber hacerlos propios. De ir con los ojos en la punta de los labios para encontrarnos con esos espacios que nos pertenecen y viven de nuestra presencia.
Probablemente nos crucemos con museos donde las voces de otros tiempos hablen al oído a través de una taza del siglo XVIII o donde una burbuja gigante hecha a dos manos genere una charla inolvidable. Tal vez divisemos bibliotecas llenas de libros y computadoras que construyen universos con el ladrillo de la palabra y nos dejan perdernos sin que eso nos preocupe. Quizás asistamos a teatros, cines o funciones callejeras para vivir la experiencia de que los cuerpos y las voces convivan y se muevan de mil modos para que nuestros pechos lloren en el hombro del otre o suelten la risa que tenían atrapada entre costilla y costilla. Y aunque los espacios estén ahí vivos y dispuestos para cada uno de nosotros, sabemos que pocos atravesamos la puerta y nos sentimos parte de sus propuestas. Podemos argumentar falta de tiempo o que se quedaron ‘viejos’ frente a nuestras necesidades de hoy en día. O quizás decimos que esos lugares no nos interesan.
Es que no alcanza la gratuidad ni la cercanía ni las luces prendidas para sentirnos cómodos en lugares en los que nos sentimos ajenos. Las personas que van, que los visitan regularmente, tienen herramientas y hábitos que los hacen entrar con confianza. Recursos complejos que no lograron de manera mágica ni espontánea, sino que exigieron un trabajo de mucho tiempo. Recursos que implicaron la acción de uno y más lazarillos. Personas que a lo largo de los años les acompañaron enseñándoles rituales y lenguajes… que les explicaron por qué valía la pena ir a esos lugares y que los hicieron sentirse seguros para deambular por sus pasillos… que se tomaron el tiempo y se arremangaron la camisa para mostrarles que ser pequeños y grandes ciudadanos es también ser dueñas y dueños de los espacios culturales (Jaroslavsky, Langarica y Pugliese; 2022).
Este texto forma parte del libro Paisajes para habitar que escribimos junto a dos colegas: Florencia G de Langarica y Mercedes Pugliese. Allí nos preguntamos cómo entusiasmar a educadores, profes de teatro y sobre todo docentes y artistas que oficien de mediadores a animarse y animar, a salir y llevar a sus niñes y jóvenes a los espacios culturales. Existen varias posibilidades para pensar un plan de públicos en un espacio cultural o desde un proyecto de agentes culturales. Por un lado podemos acercar a públicos habituales de las artes escénicas que no se sentían convocados previamente por la propuesta y mientras mantenemos aquellos que ya asisten cotidianamente. También podemos acercar a nuevos públicos que no asisten al teatro pero que tienen un capital cultural elevado. Por último, podemos formar “nuevos públicos”. Este último desafío es el que más nos interesa y al que dedicamos prácticamente ya casi 20 años de trabajo ininterrumpido.
El desafío para desarrollar proyectos de formación de públicos y en particular para las infancias y juventudes, creemos que se encuentra en pensar diversidad de líneas de acción desde los espacios de teatro independiente. Pero no podemos generar propuestas sin conocerlos. Entonces lo primero será acercarnos a elles para diagnosticar. Acceder y poder apropiarse de una variedad de ofertas culturales forma parte de las misma condiciones de la ciudadanía en un sistema democrático. Si yo solo conozco lo que me ofrece Netflix, Youtube, Tik Tok, mi club de fútbol o mi radio preferida, no estoy eligiendo. Soy menos ciudadane, tengo menos derechos. La perspectiva crítica, el discernimiento, es nodal como parte de esta formación cultural. Puedo decidir no ir al teatro porque no me gusta, siempre y cuando ya haya ido, ya haya visto, haya reflexionado e intercambiado con otras y otros, para luego poder decir: “no, esto no es para mí”. Pero si lo digo sin conocer, lo hago por prejuicio, por desconocimiento.
Lo primero es poner el foco en la cadena de eslabones. En despertar a las instituciones educativas, a las organizaciones sociales, en las y los vecinos de las cercanías y en las y los propios artistas y referentes de salas, el hábito de acercarse a un hecho artístico. Este puede abrirnos una comunicación que en lo cotidiano muchas veces está obturada, una relación con nuestra sensibilidad, con la posibilidad de que existan otros mundos, con la reflexión y con el disfrute. Acceder a manifestaciones culturales y artísticas variadas y apropiarse de ellas (conocer cómo llegar, comprenderlas y disfrutarlas) es un derecho humano. Para asegurar este derecho, es indispensable conocer a los públicos: a quienes asisten y a quienes no, para poder desarrollar acciones específicas y estrategias para cada conjunto. Este acercamiento se hace de manera paulatina de la misma manera que aprendemos en la escuela algo durante años y progresivamente. El ritual se va incorporando de a poco y de la mano de un trabajo de mediación. Porque, como dijo Néstor García Canclini, un espectador no nace sino que se hace. La escuela y los espacios educativos formales y no formales cumplen un rol fundamental en esta tarea porque son los encargados de mediar para que los estudiantes experimenten diversidad de experiencias estéticas. La otra idea que va de la mano para la incorporación de estos nuevos públicos es la idea de grupalidad. La formación de espectadores no se hace en soledad, siempre hay una grupalidad que se sostiene con un referente y es la manera de intercambiar, de aprender con otras y otros y con diversidad de puntos de vista y emociones. El trabajo en proyectos o programas que incluyen nuevos públicos, el trabajo con comunidades o con instituciones educativas son una vía para abordar a los nuevos públicos a largo plazo. El trabajo con el referente o mediador es clave para garantizar la repetición de la experiencia. Sin un plan y sin repetición de experiencias no podemos pensar en un programa de formación de espectadores.
Nos interesa abordar la mediación desde una idea de continuidad, la idea de vitalidad, la idea de juntarse con un fin concreto, práctico, creativo, sin violencia y que piensa una idea común para un grupo. Para personas, ciudadanes que habitan su ciudad, grupo de vecines-artistas-espectadores-ciudadanes. Hay algo rítmico en esta acción de los simples espectadores que se puede reconocer. En ese ritmo hay un espera y una motivación, un deseo de observar lo que viene en la repetición del gesto mismo. En los programas de mediación que buscan generar vínculos entre las producciones artísticas y las personas o grupos de escuelas fuimos observando que la repetición de la experiencia es algo fundamental para generar una relación con el espacio. El hecho de ir a un espacio a espectar algo, que en su repetición se modifica, se abre ante nosotros. El espacio también se modifica porque la percepción de él cambia, se vuelve más familiar, se lo ubica en el espacio barrial y de la ciudad. Se comienza a entender qué lugar ocupa entre otros espacios cuando reconocemos qué hay cerca o qué no hay. Cuando comparamos las producciones que se dan en él la primera vez que fuimos con aquella vez que volvimos. Sea del Estado, municipal, privado, independiente o cooperativo, siempre existe un mediador: el docente es un mediador entre la institución cultural, las producciones artísticas y sus alumnas y alumnos y también con la institución escuela. Los promotores culturales son mediadores. El personal de sala es mediador. Cada una en diferente proporción y singularidad de su tarea y todes muy necesarios para esta vinculación con los nuevos públicos.
QUÉ JOVEN CIUDADANÍA CULTURAL PERMITIMOS
Los espacios culturales y muchos otros no están preparados para les niñes, para la rebeldía de les jóvenes ni para las personas con algún tipo de discapacidad. En definitiva: los espacios no están preparados para nadie aunque parezcan destinados para todes. En todo caso deberíamos preguntarnos cómo forjar un espacio para une ciudadane irreal sea niñe, joven, adulta, adulto mayor y todes las diversidades. Nos referimos a los derechos de ese ciudadane en su infancia y en su juventud, en ese tiempo espacio real, no le ciudadane del futuro, le ciudadane del ahora. Nuccio Ordine en su libro La utilidad de lo inútil cuenta que el escritor David Foster Wallace ante los graduados de un college en Estados Unidos se dirigía a sus estudiantes refiriendo una breve historia que ilustra “el papel y la función de la cultura”: «Había una vez dos peces jóvenes que iban nadando y se encontraron por casualidad con un pez más viejo que nadaba en dirección contraria; el pez más viejo los saludó con la cabeza y les dijo: ‘Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?’. Los dos peces jóvenes siguieron nadando un trecho; por fin uno de ellos miró al otro y le dijo: ‘¿Qué demonios es el agua?’» (Ordine, 2013).
Wallace explica que “El sentido inmediato de la historia de los peces no es más que el hecho de que las realidades más obvias, ubicuas e importantes son a menudo las que más cuesta ver y las más difíciles de explicar” (Ordine, 2013). Ordine explica que como les sucede a los dos peces más jóvenes, no nos damos cuenta de qué es en verdad el agua en la que vivimos cada minuto de nuestra existencia. “No tenemos, pues, consciencia de que la literatura y los saberes humanísticos, la cultura y la enseñanza constituyen el líquido amniótico ideal en el que las ideas de democracia, libertad, justicia, laicidad, igualdad, derecho a la crítica, tolerancia, solidaridad, bien común, pueden experimentar un vigoroso desarrollo” (Ordine, 2013).
ALGUNAS PISTAS PARA DESARROLLAR ESTRATEGIAS DE FORMACIÓN DE PÚBLICOS
- Diagnósticos que se realizan siempre con miradas de otros profesionales, de fuentes de encuestas o estudios de públicos municipales, provinciales, nacionales y de Latinoamérica.
- Evaluar posibilidades reales del equipo que llevará adelante el proyecto de nuevos públicos.
- Realizar un plan que incluya actividades de mediación con los nuevos públicos de manera sincrónica o asincrónica, en el espacio o fuera de él.
- El plan de por lo menos cuatro años, puede ir modificándose según la experiencia.
- Vincularse con las organizaciones sociales o instituciones que nuclean a ese público al que voy a dirigir en un principio una acción y del entorno donde estará enclavada la propuesta.
- Crear las condiciones materiales posibles para que asistan al mejor de los espectáculos, dentro de los límites establecidos (extensión, selección del jurado si lo hubiera, participantes, estéticas predominantes, tener en cuenta restricciones de Ministerios, edades). Lo mejor para los nuevos públicos. “El público estudiante no es un público de segunda categoría”.
- Pensar días y horarios en función de los públicos que quiero acercar. Para ello es necesario preguntar. Preguntar y evaluar también cómo se llega al espacio, si fuera el caso y tener en cuenta horarios, acceso.
- Lograr que esa experiencia sea única, irrepetible, mágica, inspiradora, que quieran volver y que despierte en ellos algo en el orden emocional, estético e intelectual.
- Guiarlos para que puedan poner en palabras sus vivencias y se vinculen con los artistas en un ida y vuelta.
- Realizar estas acciones con un anclaje en el docente y en la escuela o en el referente y en su entorno.
- Abordar la repetición de la experiencia de los mismos grupos en mi espacio o facilitar la repetición de la experiencia en otro espacio. Hacer el seguimiento.
- Plasmar una base de espectadores, de referentes o docentes. Es la única manera de hacer un plan con continuidad.
- Pensar acciones para el antes, para el durante y para el después. Y para volver.
- La grupalidad: la incorporación de un nuevo público se realiza en un proceso gradual de formación de espectadores (más o menos visible). No se realiza individualmente en una primera instancia.
- La grupalidad siempre está mediada.
- La repetición de la experiencia, ya dijimos, es clave.
- Pensar cuál sería el ritual para incorporar el hábito y los códigos particulares.
- El tiempo como parte de un proceso.
BIBLIOGRAFÍA
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