Los acúfenos son fenómenos auditivos que suelen presentarse en forma de zumbidos; no se sabe su causa y tampoco hay una cura. Julia dice que escucha música que sólo ella percibe: una especie de radio interna que reúne todas las canciones que recuerda desde su infancia. Así comienza “Acúfenos”, la propuesta con guión y dirección general de Gustavo Friedenberg, que combina teatro, danza y cine basándose en la novela “La música de Julia” de Alicia Steimberg. “Es un fenómeno que hace mucho me llama la atención porque mi papá lo sufre hace más de 30 años, pero una madrugada me desperté yo mismo con un zumbido en el oído izquierdo y me asusté, no me imaginaba pasar el resto de mí vida con ese ruido en la cabeza”, recuerda Gustavo sobre su primer día conviviendo con estos “ruidos” que afectan a un 15% de la población mundial.

“Los acúfenos aparecen súbitamente y pueden quedarse para toda la vida, no hay una causa física que los explique ni tampoco una cura y el hecho de que no se sepa lo que son, abre a una multiplicidad de imaginarios infinita que, para mí, tiene un potencial escénico enorme. Por suerte, me encontré también con ‘La música de Julia’, una novela de Alicia Steimberg que supo jugar el tema con mucho humor y de forma poética, y como a mí me interesa indagar desde la danza, me pareció que podíamos construir un universo singular atravesado por todas estas cuestiones. Desde la física se sabe que lo que llamamos sonido no es otra cosa que propagación de ondas, entonces me propuse jugar con esa idea de movimiento y ponerlo en diálogo con lo que le pasa a la protagonista de la novela. También se presentó como una oportunidad de trabajar con un grupo de actrices y bailarines que admiro mucho y con una cantante que es de otro planeta; era una propuesta que exigía darle una vuelta de tuerca desde lo vocal”, detalla el director.

Este cruce de lenguajes performáticos está protagonizado por Mariela Acosta, Julia Amore, Debora Longobardi, Victoria Zotalis, Pascal Melnick, Yanela Taoi y Paula Lena, junto a la música de Federico Estévez interpretada por Victoria Zotalis. Inspirado por el mundo propuesto por Alicia Steimberg, el creador la tuvo presente en cada etapa del proceso. “Alicia nos acompañó varias veces en el querido Teatro del Abasto y allí le hicimos un homenaje para celebrar su humor incomparable y la capacidad de su literatura para provocar nuevos universos. A los dos días, en junio de 2012, inesperadamente murió, a mi me gusta pensar que se murió de contenta. Una década después, sus mundos me siguen conmoviendo”, asegura emocionado.

-¿De qué modo se dio la adaptación al entorno virtual debido a la pandemia?
-Habíamos quedado elegidos para hacer una Investigación en Residencia en el Centro Cultural de la Cooperación, teníamos a disposición la hermosa sala “Solidaridad”, pero a las dos semanas de comenzar nos mandaron a casa hasta nuevo aviso; era marzo de 2020. Como no quisimos cortar el impulso decidimos seguir trabajando en forma virtual y naturalmente comenzó a suceder algo que era propio de incorporar una cámara; se fue dando una especie de dramaturgia que la incluía como parte de la narrativa y que, por otra parte, se convirtió en una especie de sello de la época. En ese momento nos dimos cuenta de que si seguíamos con la idea de hacer una obra escénica teníamos que parar hasta que estuviese habilitado el encuentro presencial porque estábamos yendo en otra dirección, pero como lo que sucedía era tan contundente decidimos transformarlo en una película. Obviamente, para seguir adelante nos asociamos con un equipo de realizadores audiovisuales que nos dieron el soporte técnico que necesitábamos; quién armó todo el diseño de producción fue Sofi Introcaso, una cineasta joven y talentosa que se copó con el proyecto.

-¿Cómo fue el desafío de incorporar la danza dentro de la propuesta?
-Yo elijo a mis intérpretes por su singularidad, para mí los cuerpos cuentan algo, ya sea por sus rasgos físicos o por su forma personal de moverse, es decir que cuando convoqué a los bailarines ya tenía una idea bastante clara de cómo quería que jueguen en la historia. Lo que pasa es que el pasaje al audiovisual modificó totalmente lo que tenía pergeniado; es otro tipo de narrativa y el mayor desafío fue lograr que las escenas de danza no quedasen desvinculadas de la situación dramática. Lo bueno es que la instancia del montaje te da la oportunidad de reconfigurar el material de formas totalmente inesperadas y eso fue como un segundo proceso creativo. A mí me encanta armar relatos en los cuales la danza es protagonista porque te permite incorporar cierto grado de abstracción y multiplicar los sentidos de una historia que de otra forma sería bastante lineal.

-¿Cómo influyó el subsidio del INT en la realización de “Acúfenos”?
-Hacer teatro independiente es una locura: los artistas hacemos magia con dinero que no tenemos. Pero hacer cine independiente es esa misma locura multiplicada por diez, porque necesitás mucha más gente colaborando con tu proyecto y tenés una base de requerimientos técnicos y artísticos que son muy caros. Evidentemente, contar con subsidios te permite producir de una manera un poco más cómoda y garantizar que los artistas que trabajan con vos cobren por su trabajo. Por otra parte, siempre es un reconocimiento que tu proyecto quede seleccionado, porque se presenta mucha gente que también es profesional y hace cosas buenísimas, entonces significa que un jurado con mucha experiencia consideró que tu propuesta es sobresaliente. En cualquier caso, lo más interesante es que el INT asuma como propios esos cruces de lenguaje y fronteras que componen el extenso abanico de todo lo que se puede designar bajo el nombre de teatro, y especialmente, que hayan tenido la elasticidad que requería la pandemia, no sólo para apoyar a los artistas en un momento muy duro, sino para que el arte pueda desarrollarse aún en una situación extrema.

Tras su estreno presencial en la Sala Teatral Inda Ledesma del Espacio Experimental Leónidas Barletta, “Acúfenos” puede verse de jueves a domingos en Alternativa Teatral.