Diego Bernachi nació en Tucumán. Es actor, director y dramaturgo. Se desempeña como asesor en la elaboración de proyectos artísticos y como entrenador de actores. Es Licenciado en Teatro recibido en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. Se desempeñó como Jurado Nacional de Calificación del Proyectos del Instituto Nacional del Teatro y como Adscripto Profesional en la cátedra Práctica de Actuación II en la Licenciatura en Teatro de la UNT. Es co fundador del grupo Teodora Teatro, grupo con el que participó en diferentes eventos nacionales e internacionales. Entre sus obras también se encuentran “Los morochos (la herencia de una desesperación)”, “Sequedad (la síntesis de la monotonía)”, “La soledad distraída” y “Ensayo de un adiós”.
-El marco de la pieza es una pensión tucumana, sin embargo, los personajes parecen ser “tópicos” universales. ¿Por qué creés que estos marginados por la sociedad capitalista-de consumo siguen siendo material sensible para la escritura dramática? ¿En dónde opera su metáfora?
-En esta obra no siento que los personajes sean los marginados sino las situaciones que atraviesan y las temáticas que se abordan, un universo que para esa época (año 2010) no estaba en el centro, se mantenía en la periferia pero era innegable que pronto iba a tomar el centro para generar un debate e iniciar un cambio. Lo marginal en esta obra es la realidad de 2010 que expone, no los personajes. Para esta obra me atrajo la falta de prejuicios que veo que tienen casi todas las personas de este sector social, la falta de filtros para expresarse, el desinterés por el qué dirán, cosas con lo que me identifico porque yo vivo así mi vida, y ese modo de ser y estar de gran parte de ese sector social era el único camino que me resultaba valioso para tucumanizar a García Lorca del modo que yo quería hacerlo. No me resultaba nada atractivo tomar como punto de partida a una persona de Barrio Norte cargada de prejuicios y dependiente de la aprobación ajena, no iba a poder escucharla. Cuando escribo escucho voces de personas, de actores, de actrices, de actuantes. El mundo que visité era el único universo que le iba a dar la vida tucumana que me hubiese gustado que visite García Lorca.
-¿Creés que el teatro tiene que volver al realismo, que tu obra presenta, para volver a convertirse en un elemento de crítica social? ¿Es por esto un teatro popular?
-Hablar de categorías cerradas a esta altura de la vida es inapropiado, tal vez ese supuesto realismo que se lee en “Monotonía (viceversa)” esté más vinculado a lo que en mí genera la actuación, a lo que a mí me gusta ver de la actuación, y mi escritura está impregnada por la actuación, sobretodo en la época en la que escribí esta obra. ¿Si el teatro tiene que volver al realismo? No tengo el poder para decir qué es lo que se tiene que hacer en el teatro en general, y me desagrada mucho cuando alguien cree que tiene ese poder casi católico de decir que el teatro se hace de una determinada manera, que el teatro es esto o lo otro y que el buen teatro es así. No adhiero a ninguna religión, no creo en la existencia de dioses, por lo tanto no me pongo en ese lugar y no opino sobre qué es lo que tiene hacerse en el teatro. Yo hago lo que considero es el mejor camino para decir lo que yo deseo y necesito decir, las demás personas que hagan teatro lo harán a su manera. Yo puedo responder por qué escribo como escribo y por qué abordo determinadas temáticas y de la forma en la que lo hago, pero eso se vincula con mi hacer, no con lo que yo creo que es lo que tiene que hacerse en el teatro en su totalidad.
-La pieza fue escrita en 2010 y el lugar que ocupa la mujer en la obra, luego de 12 años, nos parece que ha cambiado. ¿Si la escribieras hoy describirías las mismas situaciones? ¿Puede esta publicación después de tanto tiempo funcionar como una denuncia de la violencia hacia la mujer que aún no ha terminado?
-Sucedió algo curioso en el recorrido de esta obra: cuando la pusimos en escena tuvimos la posibilidad de hacer funciones varios años, en un momento decidí parar porque creí que el texto ya había caducado. Hoy me doy cuenta que me equivoqué, el texto no caducó ni va a caducar si lo tomamos como lo que es, como una crítica/denuncia a esas varias realidades que se exponen en esa pensión. Por otro lado, no deja de ser una realidad que aún existe, tal vez la diferencia radique en que el diálogo sobre esas situaciones ya no esté al margen sino que ha ganado el centro de la escena, en la mayoría de los casos, ya no está encubierta ni en silencio, que es lo que hace esta obra: mostrar sin temor, exponer para debatir. Si bien es cierto que el lugar que ocupa la mujer ha cambiado desde el 2010 hasta hoy, aún queda mucho camino por recorrer y el día que por fin se haya conseguido igualdad, textos como el de esta obra darán cuenta de una realidad que existió aunque quienes lo lean no puedan creer que alguna vez hayamos sido capaces, no sólo de tolerar esas situaciones, sino de callarlas. Costará creer que hayan existido personas tan poco empáticas y poco solidarias.
El libro “Monotonía (viceversa)” ya se encuentra disponible para lectura on line y descarga directa desde la web de la Editorial INTeatro.