04 • octubre • 2023

📌 Argentina

Cuarto intermedio: Cruces entre literatura, memoria y expansión

Entrevista de Fernando Krapp, publicada originalmente en Revista Picadero 46: "Teatro en democracia".

cuarto intermedio

Los escritores Felix Bruzzone y Mónica Zwaig le dan vida a Cuarto Intermedio, una conferencia performática donde pedagógicamente exponen el revés de la trama judicial durante el desarrollo de los juicios de lesa humanidad llevados a cabo durante la consolidación democrática.

En los últimos cuarenta años de democracia, cada época buscó definir una narrativa para construir un relato sobre la dictadura. La narrativa como una forma de abordar el pasado habla sobre el presente de enunciación; cuando se refiere al pasado se interpela el presente. Así, en los años ochenta, el cine, las artes escénicas y la literatura, buscaron crear un relato fundacional. El libro Nunca Más marcó un camino inicial. Un libro necesario que enuncia (y denuncia) con datos duros una realidad dura.

En ese sentido, el cine de ficción ocupó un rol central en la creación de una narrativa total que instale y actualice en el presente el debate sobre la dictadura. La Historia Oficial (1985) de Luis Puenzo fue la primera película en tratar la apropiación de bebés durante la dictadura y la complicidad civil. Garage Olimpo (1999) de Marco Bechis puso en escena imágenes de tortura en un contexto en donde los cuerpos (hablamos de los años noventa) estaban atravesados por políticas neoliberales. Incluso la reciente Argentina, 1985 (2022) de Santiago Mitre vuelve a instaurar un debate sobre la presencia militar en dictadura durante los primeros juicios de lesa humanidad contra la Junta Militar.

Con el correr de los años aparecieron otras formas más híbridas e íntimas. El documental argentino, con la aparición de Los Rubios de Albertina Carri, trazó un camino para la búsqueda de la identidad de los hijos cuyos padres habían desaparecido en dictadura. Esas búsquedas se plantearon desde los bordes, en narrativas no convencionales, movilizados por inquietudes personales. La aparición de la novela de Felix Bruzzone Los Topos (2008) contribuyó a ampliar el debate sobre cómo narrar el pasado reciente y qué formas adquieren las búsquedas de la identidad.

El escritor Felix Bruzzone, nacido en el año 1974, está sentado en un café sobre la Calle Ciudad de La Paz, en el límite entre Colegiales y Belgrano, donde se mudó recientemente. Tiene más de cuarenta años y, luego de Los Topos, ha publicado tres novelas más: Barrefondo (2010), sobre su experiencia como piletero en el conurbano (la editorial Excursiones publicó una serie de textos dispersos sobre su experiencia bajo el título de Piletas); Las chanchas (2014), una novela que retoma algunos temas iniciados en Los Topos; y Campo de Mayo (2019), una novela breve, nacida de una carta a sus padres desaparecidos en Dictadura y de un texto leído en una conferencia performática, sobre la serie de casualidades que encontró entre su vida y el destacamento militar más grande la Argentina, ubicado en el oeste del conurbano bonaerense. La novela fue llevada al cine por el director Jonathan Perel bajo el título de Camuflaje (2022). En la película (y en su texto), Félix encarna a un corredor que rodea a Campo de Mayo, mientras se cruza y conecta historias relacionadas, siempre desde el borde, con lo que el espacio militar genera y emana en el entramado social y urbano.

“Vengo trabajando en una línea del borde”, dice con tono calmo. “En todos mis libros trabajo con materiales que remiten a hechos o a personas, directamente, de la realidad, o lo que entendemos por realidad. De alguna manera los significantes, tal y como vienen de esa realidad, que puede ser la realidad como la proponen los medios de comunicación, o los padres, o el habla callejera, aparecen en juego con el material literario”.

−Como si buscaras tensar el sentido.
−Es como un trabajo un poco collage. Traer una palabra, por ejemplo HIJOS, y lo ponemos en el texto a ver cómo funciona. Al mismo tiempo hacer el mismo juego con otras palabras, hijos o hijo, sin mayúscula. Con el fluir de lo literario. Ese trabajo yo siempre lo fui haciendo. De ir conjugando siempre al borde de lo que es literatura y lo que no. Algo que tampoco es testimonio, porque es ficcional lo que se cuenta. No tiene el registro ni las condiciones del testimonio sino de la ficción. Y está en ese borde, parece un testimonio, pero no lo es, es ficción.

En el año 2018, Felix Bruzzone recibió, junto con otros escritores y escritoras, el encargo, por parte del Fondo Nacional de las Artes, de hacer una lectura performática en un ciclo llamado “Literatura expandida”. Las obras fueron representadas en la casa de Victoria Ocampo, en Barrio Parque. El ciclo juntaba a un escritor junto con un o una artista visual, un o una cineasta, o un o una coreógrafo/a, y llevaban a escena, con unos pocos recursos de producción, algún texto. La idea consistía en no hacer una lectura lineal -aunque algunos lo hicieron- sino buscarle una vuelta “expansiva” al material.

Bruzzone hizo una performance en la presentación de su libro Piletas. Se presentó en una pileta y para ello, convocó a un actor y a otro piletero que representaran el material. Pensó en hacer algo similar, armar un pelopincho en la casa de Victoria Ocampo (la imagen resulta muy tentadora) y representar ese texto. Pero no lo convenció. Ahí fue cuando surgió la idea de trabajar junto a Mónica Zwaig, escritora, actriz y abogada, que trabaja en el poder judicial, en los juicios de Lesa Humanidad.

En 2021, Zwaig publicó su novela Una familia bajo la nieve (Blatt & Ríos), un relato sobre una chica que vive en un suburbio francés y cuyos padres y hermanos son argentinos, exiliados durante la última dictadura cívico militar. Novela de registros, de aprendizaje, relato confesional, cuenta la historia de una chica llamada Harmónica (por el instrumento que usa Bob Dylan) que busca constituir su identidad en un ambiente que por momentos le resulta lejano y diferente. En esa búsqueda planea un viaje hacia la lengua materna. Escrita en español, su segunda lengua, Mónica responde por mail que el tono de la novela fue el resultado de varios años de trabajo. “Tenía en claro que no me interesaba el tono solemne y no quería escribir desde ahí. El tono más infantil se debe a que mi castellano cuando arranqué a escribir la novela era más bien infantil. Luego mejoré el idioma y pude traer otra mirada. Pero también sirve ese tono para mantener una cierta distancia con lo que una quiere contar y escribir desde esa distancia es lo que a mí me interesaba en cuanto al contenido de lo que quería contar”.

Luego de graduarse como abogada, Mónica viajó a la Argentina para trabajar junto a CELS en los juicios de Lesa Humanidad que se iniciaron en el año 2007. En los pasillos largos, grises y húmedos de Comodoro Py, conoció a Félix que estaba siguiendo la Causa ESMA para un sitio de internet. Bruzzone tenía la intención de escribir una crónica o bien una crónica gráfica, al estilo de Joe Sacco o Art Spiegelman. Así lo cuentan al comienzo de la obra Cuarto Intermedio dirigida por Juan Schnitman, que interpretaron en el teatro El Picadero. Una obra que conjuga conferencia performática, el material podríamos decir documental sobre la historia reciente de los Juicios de Lesa Humanidad, el humor, la divulgación y la narración literaria. La obra, según la periodista Silvina Friera, “busca las zonas delirantes, incomprensibles y absurdas con las que la maquinaria judicial se imprime sobre los hechos más oscuros de la historia reciente”.

En Buenos Aires, Mónica se fascinó con el teatro porteño y retomó una práctica que había iniciado en la adolescencia. Estudió con Santiago Gobernori y Matías Feldman en la escuela Bravard, tomó clases de danza con Juan Onofri Barbato, y otros cursos con Mónica Rainola, Gustavo Tarrío y Mariana Chaud. El teatro argentino, dice, siempre la fascinó y es una de las razones por las cuales decidió quedarse en el país. Con respecto a Cuarto Intermedio, Mónica escribe en su mail: “Con Félix teníamos el proyecto de escribir un libro que sería como un diccionario de los juicios de lesa humanidad, pero cuando me contó sobre la propuesta del FNA le dije de hacer algo sobre los juicios. Yo vengo más del palo del teatro y me interesaba probar comunicar desde ahí sobre los juicios, no esperar el proceso del libro que podía ser largo. Además, los juicios en general son muy teatrales y me interesaba transmitir eso”.

El humor, tanto en la obra de Bruzzone como en la novela de Mónica, son aspectos fundamentales. En las novelas Las chanchas como en Los topos, como en la carta que Bruzzone le escribió a sus padres desaparecidos que fue publicada por la Revista Anfibia, forman parte del proyecto literario de Bruzzone. Sin humor, no hay voz. Y sin voz, no hay canal para narrar. “Siempre trabajo con la voz del narrador” dice Félix Bruzzone. “Todo de alguna manera tiende a ser vehiculizado por la voz del narrador, para mí es lo más importante. Si después la historia funciona mejor o peor, si el relato interesa o no, no sé, todo lo otro queda en un segundo plano desde mi forma de producir. Yo trato de vehiculizar todo en esa voz, que sea creíble, que sea verosímil. Que sea posible”.

−La obra maneja un tono lúdico y didáctico, como si en cierto modo todavía hubiera que volver a explicar el terrorismo de estado para otras generaciones o hablar sobre, en ese caso, los juicios que tuvieron nula repercusión en los medios de comunicación, ¿pensaron en el público?
−La idea era pensar en un público que no supiera de lo que estamos hablando. La premisa era: “ya que la gente no va a los juicios, que los juicios fueran a la gente”. Llevarlo al teatro, o a algún espacio en donde hiciéramos la obra. Con esta intención “didáctica”, pero con un cierto tono irónico. Cuando Felix, en el escenario, pregunta cómo llegar a un juicio de Lesa Humanidad, Mónica explica: te tomás un subte, etc. Como el texto de Julio Cortázar, Instrucciones para subir una escalera. La idea es jugar en ese borde, entre lo didáctico y lo absurdo, en esa tensión. De tal modo que, aquel que conoce el tema, pueda decir, acá hay algo más que yo me estoy perdiendo. Acá hay algo que se escapa. Hay algo en el medio que soy yo. El espectador. Es el juego que hace con la obra con este tono más didáctico que tiene.

−También hay información pura.
−Ahí la tensión pasa por el humor. Y todo depende de cómo las voces trabajan esos elementos, la voz de Mónica y la mía. Vuelvo a esa idea. La voz no es un material abstracto construido con elementos retóricos, con pura lengua. En cierta manera lo es, pero lo que hay detrás es alguien produciéndose; hay un cuerpo atrás. Las palabras escritas están en una mano, antes en un sistema nervioso, se articulan en la lengua hablada igual. La lengua como órgano, la que tenemos en la boca. Se articulan ahí que es el cerebro, pero también en algo mucho más tangible y efímero, y a la vista que es la lengua, la que tenemos en la boca, en el aparato fonador. En el cuerpo. Todas estas experiencias que empiezan a haber… los concibo más desde esa cosa de órganos del cuerpo que conciben cosas”.

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