28 • noviembre • 2024

📌 Santa Fe

15 años de la compañía de títeres santafesina “Hasta las manos”

15 años de la compañía de títeres santafesina “Hasta las manos” (2)

Una de las obras seleccionadas para representar a Santa Fe en la próxima Fiesta Nacional del Teatro es “Flota, rapsodia santafesina” del grupo que se encuentra celebrando su primera década y media de trabajo conjunto.

Pensar en el proceso de creación de “Flota, rapsodia santafesina” lleva a historizar el proceso creativo que viene llevando hace más de 15 años la compañía de títeres “Hasta las manos”, la cual nació de la mano de los títeres de guantes. A lo largo de su trayectoria fue pasando por diversos procesos de producción y exploración de técnicas del arte de los títeres  que fueron afianzando su camino. En ese andar, contaron con maestros que acompañaron e interpelaron a cada paso, como Jorge del Conte, Miguel Oyarzun y Manuel Mansilla, entre otros. La identidad del grupo se fue forjando a través de transmisiones, diálogos e influencias del hacer cultural de Santa Fe. “Nos reconocimos en el ejercicio cotidiano de hacer arte colectivo y comunitario con las grupalidades del Centro Cultural y Social El Birri, los emblemáticos Entepola y la comunidad titiritera de la ciudad de Santa Fe”, nos dicen Manuel Venturini, Juan Venturini, Mónica Alvarez y Sebastián Santa Cruz. “Tal como nos guió y convidó siempre en sus visitas, charlas y procesos creativos compartidos el gran cineasta y titiritero Fernando Birri, lo importante no es necesariamente la obra como único hecho: el proceso y su forma es lo que nos modifica, en todo caso la ‘obra’ es el resultado de un proceso consciente”. 

El modo de creación colectiva que el grupo elige como forma estética, política y poética está atravesada por dos grandes variables. Por un lado, el reconocimiento de los roles activos e intercambiables de los participantes de un equipo de creación. En el proceso, todos tienen poder de decisión sobre la dramaturgia y la puesta. Ninguno es más importante que otro, ni los directores están por encima de los actores, ni los dramaturgos o el texto por encima de los actores ni directores, ni todos estos por encima del músico, el diseñador de vestuario, los artistas visuales, iluminadores… Todos estos roles se ponen en juego en un proceso donde se potencian, se tensionan y aportan distintos universos simbólicos. En esa dialéctica, el grupo entiende que se provocan y se regulan mutuamente. “Por otro lado, hemos pergeñado una forma de trabajo que da en llamarse provocaciones, término acuñado en una formación que nos dimos en el año 2019 en un encuentro de catorce titiriteros de todo el país. Esta figura del provocador que puede estar inmersa en cualquiera de los roles, trae como consecuencia que cada nuevo camino del elenco es descubrimiento y aprendizaje. Una estética que nunca se queda quieta. La idea del provocador (que hasta ahora casi siempre estuvo colocado en el rol de la dirección) es que aparezca algo que nos descoloque, que nos ponga en un lugar incómodo en relación a todos los saberes aprendidos y transitados. En ese sentido, asumimos el desafío de revitalizar el arte de los títeres en cada puesta”, detallan.

Cada proceso de gestación se convierte en un entrenamiento constante. Desde ese lugar, cuando pensaron como grupo en presentarse en la Comedia Universitaria, revisaron lo que les quedaba en el tintero de sus deseos creativos y apareció un hecho de la memoria colectiva de sus cuerpos y de la historia de la ciudad. En abril de 2003, la ciudad de Santa Fe sufrió una de sus peores inundaciones y la obra plantea la imposibilidad de dar cuenta de la magnitud de lo acontecido hace más de 20 años. “Cuando definimos que era una oportunidad para revisitar lo vivido y sabiendo que iba a ser un montaje de poco tiempo empezamos a pensar en quién iba  a ‘provocar’ en ese proceso creativo y pensamos en una dirección: Javier Swedzky. Con Javier habíamos tenido una experiencia de entrenamiento e intercambios sobre un trabajo anterior.  Sabíamos que Javier tiene una gran capacidad de montaje y un ojo muy afinado que nos iba a ayudar a tramar los materiales que teníamos sobre la mesa y transformarlos en ‘puesta’. Lo llamamos y en los primeros encuentros nos dimos cuenta que su provocación iba a ir por el lado de su ‘extranjeridad’. Es decir, era un director que siendo cordobés, radicado en Buenos Aires, estaba muy alejado de la inundación del 2003. Ese lugar permitió que él fuera preguntando e interpelando al proceso de manera muy genuina y neutralizando el palimpsesto que íbamos desarrollando. Nosotros nombramos naturalmente cuestiones sobre las que él iba deteniéndose: ¿Qué es un inundador? ¿Cómo se es un inundado? ¿Cómo un objeto aún es inundado?”, analiza el grupo.

Esta creación colectiva contó con la dramaturgia de Javier Swedzky, Sebastián Santa Cruz (a su vez co-director), Mónica Alvarez, Juan Venturini y Manuel Venturini, y con interpretaciones de estos últimos tres actores. “La concepción de Javier del hecho teatral fue la que necesitábamos para el material sensible, documental y de archivo que teníamos entre manos. Para Swedzky el actor no construye desde lo que le pasa (al punto de no importar lo que le pasa) sino que es un manipulador de las escenas comprometido con el universo que está creando. La apuesta es la creación de escenas desde la pureza de las imágenes como, por ejemplo, primera capa de un montón de otras capas que cuentan algo diferente de lo mismo que se está viendo. ‘No se cuenta dos veces lo mismo’, nos repetía. Además de la gran capacidad de dirección que tiene en la manipulación de títeres y objetos”.

El equipo lo completa la música y diseño sonoro de Franco Bongioann; la dirección artística, diseño y realización de títeres, objetos y escenografía de Jaquelina Molina; el diseño y realización de títeres, objetos y escenografía de Matias Bonfiglio; la ayuda en realización de Mercedes Fernández y Abril Peretti; la construcción de elementos escenográficos de Raúl Scotto Lavina; el diseño de luces de Ariel Theuler; el diseño gráfico de Georgina Rodríguez; y las fotografías de Juan Martín Alfieri. “La obra no es un biodrama, no somos una unidad. Porque en la inundación no hubo una unidad, la irrupción del agua de lo real rompió cualquier signo. De esa manera actuamos, rotos en la continuidad, somos intérpretes rotos, disociados, no hay personajes pero está lleno de voces, texturas e ideas. Obedientes creadores, eso fuimos para contar una marea de voces, texturas y colores. Es una obra caótica como lo fue la catástrofe social y política de la inundación ocurrida en nuestra ciudad. Las voces y los archivos tratan de recuperar algo de la experiencia vivida a través del arte de los objetos y los títeres. Una teatralidad que no puede prescindir del público que está en la sala, porque él es parte de esta historia. Y este pasado que no termina de pasar vuelve al presente para volver a sentirnos, percibirnos y preguntarnos”, aseguran.

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