Ismael Fuentes Navarro: Pertenecés a una generación que fue la que impulsó el teatro en la provincia. Tu generación viene a “devolverle a la gente el teatro”, a sacarlo del ámbito de la élite. ¿Cuál fue la puerta de entrada al teatro?
César Torres: Me tendría que remontar a la época de la escuela primaria. Yo actuaba en todas las fiestas escolares, pero recuerdo, especialmente una vez, en la que recité un poema y hubo un silencio… Yo sentí que algo había pasado. Sin saber bien que eso era la actuación, por ahí intuía que estaba una de mis inclinaciones artísticas. Eso que se estableció en la platea es lo que uno siente cuando actúa. Fue mi primer acercamiento a lo que sería la actuación. Luego tendría que contar mis incursiones en el circo que en los 50 llegaban a La Rioja. Existía la primera parte – destrezas, trapecistas, malabaristas– y la segunda parte, detrás de la pista había un escenario donde se podían ver las obras: dramas terribles y también comedias de todo tipo. Como a veces no nos dejaban ir a la noche porque éramos chicos, yo me escapaba a la siesta. Esa siesta riojana de 50° de calor. Me escapaba y me metía debajo de la carpa para ver los ensayos. Ahí veía a los actores paseándose sobre el escenario con los libretos en la mano, armando la función de la noche. Y recuerdo como un momento que me marcó muchísimo un actor que hablaba de la luna y miraba hacia arriba. Yo miré hacia el techo de la carpa y vi la luna. Ese actor me hizo ver algo que no existía. Yo dije: “Esto me gusta, esto me gustaría hacer a mí.” Posteriormente estuvo lo del radioteatro, que también constaba de dos momentos: el de la radionovela que se transmitía por radio y paralizaba todo y luego las compañías que venían girando por todo el país y pasaban por aquí. Hacían un resumen, un extracto de la radionovela y se presentaban en clubes de barrio, ahí la ponían en escena. Yo iba a los clubes a ver esas representaciones y también me llamaba la atención que esos actores se tenían que enfrentar a un público difícil, revoltoso. Como había mesas, la gente bebía mientras ellos actuaban. Recuerdo la anécdota de una actriz que en un momento dejó de hablarle a su compañero de escena y encaró a una mesa de borrachos y les habló a ellos. Se produjo un silencio en todo el lugar… esos actores sabían muy bien cómo trabajar. Ese cúmulo de cosas fueron dándome material para lo que iba a hacer después.
Ismael Fuentes Navarro: ¿También tenías inclinación hacia la escritura, ¿no?
César Torres: Yo, en realidad, quería ser escritor. Ser poeta. En esa época comencé a hacer títeres, comencé adaptando leyendas. Eran tremendamente aburridas. Ese salto entre la prosa y la cuestión dramática no lo manejaba. Mi gran deseo estaba puesto en la Literatura. Llegué al teatro a través de la dramaturgia.
Ismael Fuentes Navarro: Terminaste el secundario y te fuiste a vivir a Buenos Aires.
César Torres: En el secundario ya había armado un elenco con mis compañeros y hacíamos obritas de teatro para acontecimientos importantes. Hice versiones (qué osado) de La fierecilla domada de Shakespeare, hice una puesta con mis compañeros. Cuando terminé el secundario me fui a estudiar Derecho, estuve tres años en la facultad hasta que me di cuenta de que no era lo mío. Yo todavía tenía puesto mi interés en la escritura. Asistía a muchísimos talleres literarios. En los 60 la SADE hacía muchos talleres y ahí descubrí lo que tenía que ver con el cuento que creo que me sirvió mucho. Siempre hago un paralelo entre el cuento y el texto dramático, con esa economía de recursos; con el planteo y los finales rotundos. Dejé la carrera. Asistí a una escuela de Avellaneda que dependía del teatro Roma, empecé a estudiar actuación dos años. Oscar Ponferrada, dramaturgo catamarqueño fue llamado al teatro Roma para poner una obra que se llamaba El televisor. Hicieron un casting, me presenté y quedé. Pero la obra no me gustaba mucho así que renuncié y me volví a La Rioja, eso sí, había visto muchísimo teatro. Me enriquecí viendo cosas de todo tipo. Viendo buen teatro y mal teatro, se aprende. Regresé a finales de los 60, principios de los 70.
Ismael Fuentes Navarro: ¿Con qué Rioja te encontraste? Porque para los que no conocen, la de los 60 era una provincia más chica, con 150000 habitantes. ¿Con qué ambiente cultural te encontraste?
César Torres: Me encontré con una ciudad que no se había modificado mucho. Respecto al movimiento teatral prácticamente no había grupos independientes. Recién en 1968 se creó la Comedia de la Provincia. No había un movimiento teatral interesante, salvo el radioteatro, que todavía estaba. Cuando vine conocí a Manuel Chiesa y debo aclarar que todo lo que cuente de ahora en más debe ir en plural porque con Manuel logramos un entendimiento muy grande e hicimos muchísimas cosas juntos. El origen de su vocación era el mismo que el mío. Conversamos sobre una misma obra en la que habíamos coincidido y a los dos nos había impresionado la misma escena. El escenario es un espacio para la metáfora y el teatro es un buen lugar para un acto de fe. En aquel momento, él estaba haciendo Café concert con un mimo mendocino, Daniel Boedo, trabajaba en bares y me llamó para escribir, yo hacía adaptaciones. A todo esto, ya estaban llegando los fatídicos años 70, empezó la censura y como trabajábamos en lugares no convencionales, una tanguería, un boliche (La cantina de Juan) nos cambiábamos en medio de los chorizos y las mortadelas que colgaban…yo había hecho la adaptación de Carta Abierta a Buenos Aires violento de Eduardo Gudiño Kieffer; una parte del texto se llamaba Los sacos grises, le había dado una vuelta de tuerca y le había dado un sentido dramático. Eso lo actuaba Manuel. La mayor industria de La Rioja siempre fue la administración pública, así que estaba lleno de sacos grises, con los empleados públicos, agachados sobre la máquina de escribir …y conté una especie de rebelión del personaje. Tuvimos algunos llamados y nos sugirieron que sacáramos los sacos grises. En realidad, sacamos todo el espectáculo.
Ismael Fuentes Navarro: Esos Café Concert ¿te hacían acordar a las compañías de radioteatro? Porque la gente que iba era un poco parecida. No iba predispuesta a ver un espectáculo.
César Torres: Claro la gente iba a comer. Ahí me fue muy útil todo lo que yo había mamado de chico en los circos. Recurríamos al circo, al efectismo de romper la cuarta pared y hablarle al comensal. Era un espectáculo de lucha entre el público y nosotros. Yo ya había empezado a actuar también. Habíamos creado un grupo, Arsénico, hacíamos un humor bastante revulsivo, tomábamos personajes del poder político, del arte y satirizábamos, nos ganábamos retos, pero nos reíamos mucho. Así que lo seguimos haciendo. Teníamos un amigo que tenía una casona, la reacondicionamos y nos pusimos a hacer teatro los fines de semana. Había mucha persecución y censura.
Ismael Fuentes Navarro: ¿Había teatro en sala?
César Torres: No, en ese momento no había salas. La única que había era la del teatro provincial y por otro lado, la Comedia de la provincia fue borrada del mapa. Entonces, empezamos a trabajar en ese rincón, medio clandestino. Después de la función, Manuel preparaba un ponche y la gente bebía y se iba muy contenta. Un día nos dijimos por qué no tomamos un texto y lo hicimos: El difunto de René de Obaldía. No teníamos luces, sonido, nada. Hicimos los dos personajes, dos mujeres que se disputaban el amor de un hombre que no aparecía. Ahí surgió el tratamiento de lo femenino en nuestras propuestas. Interesó muchísimo y empezó a llegar gente que no eran nuestros invitados. Después nos animamos a una obra de Lorca, Don Perlimplín. Manuel hizo una escritura escénica, con toda la escenografía plateada y en el centro una cama redonda, colorada, acentuando lo erótico que tenía la pieza. La hicimos una sola vez, en un galpón, intentamos llevarla al teatro provincial. La censura provocaba muchos miedos y mucha crueldad. Nos dijeron que Lorca figuraba en el índex y que el tema de la cama había provocado un escándalo. Cultura no podía permitir que al teatro provincial accediera una cosa tan escandalosa. Así que nos sugirieron que no la hiciéramos. Una sola función tuvimos. Ya en 1981 iba aflojando un poco la cosa. Nos llamaron de la Asociación Folklórica riojana porque querían hacer teatro riojano, sobre todo la obra de un dramaturgo riojano de los más completos que dio el teatro riojano, Víctor María Cáceres que desplegó una tarea importantísima para el teatro riojano con su elenco en los 50. Querían rescatar su obra, hacerle un homenaje. Con Manuel armamos el elenco de la Asociación folklórica y ahí empezamos a sentir que necesitábamos volver a las raíces, a nuestra historia después de ese momento tan oscuro que habíamos estado viviendo. Y elegimos un tema que nos toca mucho a los riojanos: el tema de Facundo Quiroga. Hicimos un espectáculo que se llamó Facundo, camino a la muerte, pero no era un espectáculo convencional, hice la dramaturgia y puse a un elenco extranjero que venía con un capo cómico inglés a contar la historia del tigre de los llanos. Les pedimos a diferentes escritores de La Rioja que produjeran textos sobre Facundo. Así conseguimos material de Eloy López, María Arguello, Ricardo Mercado Luna. Y ahí nació un espectáculo que yo decía que era posmoderno. No era lineal, no contábamos una historia porque sino estábamos haciendo lo mismo, había que modificar también el modo de contar. Todos esos intertextos le dieron forma a la puesta en escena. Pasábamos de un estilo a otro. Yo decía que no había que tenerle miedo a la mezcla, pasábamos del realismo al expresionismo a una forma onírica de contar. Teníamos miedo de cómo iba a reaccionar el público, pero funcionó. Eso nos invitó a seguir rompiendo con los convencionalismos, después hicimos La muerte del Chacho en este afán de tomar lo histórico una obra de Rodolfo Kusch. En 1984 desde la Municipalidad se interesaron por el teatro y se empeñaron en hacer un elenco público. La provincia tenía su Comedia, querían hacer un teatro estable y nos llamaron para ver si podíamos llevar al elenco de la Asociación folklórica, completo con técnicos y todo a la municipalidad.
Ismael Fuentes Navarro: Es un momento clave en el teatro de La Rioja. Sacaron al teatro al barrio.
César Torres: Ya habíamos tenido experiencia en sala y veíamos cómo les iba a los otros, ensayaban cinco o seis meses para una función y de pronto, se les agotaba el público. No iba nadie más, se agotaba la obra. Era un desperdicio. Así que nos dijimos: si la gente no viene, vayamos nosotros. Decidimos empezar con obras para chicos, buscamos un libro de Berta Finkel que tiene una obra de títeres. Fue adaptada para hacerla con actores. Nos íbamos al barrio sin avisar, no teníamos cómo avisarles. Íbamos caracterizados, con redoblantes, con tambores, cornetas y demás. Les sacábamos a los chicos de la casa y los llevábamos a la placita. Ahí hacíamos la función. Después trabajamos con textos de Don Juan de Leopoldo Marechal, el vestido de novia que se usaba cubría a los personajes. Los actores no se iban del escenario, sino que quedaban como espectadores. También tenían sus cambios a la vista del público. Yo trabajé como actor, asistente de dirección, con Manuel trabajábamos con puestas que se salían de lo convencional; eran puestas muy criticadas por los ortodoxos de La Rioja pero, por suerte, tuvimos un público que fue creciendo con lo que hacíamos.
Ismael Fuentes Navarro: Acá llega la convocatoria por los cien años de Lorca donde vos hacés La casa de Bernarda Alba…
César Torres: Sí, era un concurso. A cada provincia le tocaba una obra de Lorca y todos los elencos tenían que hacer la misma obra. Se seleccionaba una para ir al Cervantes. Manuel me propone que traigamos el texto a La Rioja, sacándole lo español (arriesgado y difícil). Yo hice la escritura dramatúrgica y Manuel la escritura escénica sin mantones ni abanicos. La casa de Bernarda era casi un campo de concentración, tomó todo lo violento. Era un espacio despojado, como la pista del circo (esto se repetía en todas las puestas que hacíamos) circular, une especie de jaula donde las hijas y Bernarda jugaban. Espacio despojado, todo se armaba con cuatro o cinco cubos. En la puesta los personajes femeninos estaban hechos por varones. Año 84 u 85.
Ismael Fuentes Navarro: ¿Eran varones que no hacían de mujer o sí?
César Torres: Yo hacía de Bernarda. Teníamos el vestuario de los 30 pero desde la dirección nunca se sugirió que hiciéramos de mujeres, éramos nosotros con el vestuario. De alguna manera, estábamos travestidos, no éramos ni hombres, ni mujeres. Ésa era la propuesta. Fue un escándalo para La Rioja en ese momento, igual lo hicimos, nos presentamos al concurso y lo ganamos. Fuimos al Cervantes. Esta puesta nos costó mucho porque empezaron a escribirles cartas a los jurados, un poco insultándolos por haber seleccionado una obra de esas características. Eran cartas del medio pelo intelectual. Decían que era una vergüenza que tipos disfrazados de mujeres fueran a representar a La Rioja en el Cervantes.
Ismael Fuentes Navarro: Era muy jugada la puesta. Después de haber trabajado tanto tiempo con Manuel, se te abre una posibilidad grande y controversial, el concurso en la Comedia de la Provincia.
César Torres: En 1994 llaman a concurso para cubrir por concurso el cargo de director de la Comedia porque Edgardo Gordillo pasó a la Secretaría de Cultura. Yo quería presentarme. Lo hablé con Manuel y estuvo de acuerdo.
Ismael Fuentes Navarro: En ese momento la Comedia de la Provincia y el Teatro Estable Municipal eran rivales muy fuertes, una grieta teatral había.
César Torres: Sí, éramos bastante apasionados. Me presenté al concurso y lo gané. Tuve que dejar el Municipal con muchísimo dolor. Dejar a mis compañeros con los que había trabajado quince años, actuando, haciendo dramaturgia, asistiendo a Manuel en dirección. Pero me dije “No te podés quedar. Es tu oportunidad de volar más alto”. No me podía quedar en el pasado. Con toda la experiencia que había acumulado me sirvió para entrar en la Comedia que tenía un estilo para actuar únicamente en sala. Me propuse salir a la calle. Lo primero que se me ocurrió fue hacer un entremés de Cervantes, cruce con comedia del arte, textos de Gargantua y Pantagruel, Lope de Vega, hice un cóctel de textos. El espectáculo se llamó El juez de los divorcios. Tuve resistencia por parte de los actores, estaban acostumbrados a poner la actuación en la palabra. Empezamos a trabajar con el cuerpo, a usar máscaras que obligaban a que el cuerpo cuente. Metí marionetas en la propuesta. Hicimos un espectáculo bastante atractivo y popular. Tengo que aclarar que yo siempre hice teatro popular, que puede ser visto y disfrutado por quien nunca vio teatro. Nosotros íbamos a los barrios, entonces tenía que trabajar de ese modo. No tenía ni que hacer propuestas herméticas ni subestimar al público. Hacíamos propuestas con humor, pero seguía siendo revulsivo- no televisivo-. Con todas esas cuestiones entré en la Comedia. Al mismo tiempo en 1992 cree el grupo de Teatro Independiente Macondo. Seguía dirigiendo y actuando con mi grupo independiente y a su vez me desenvolvía en teatro público.
Ismael Fuentes Navarro: Siempre has sido docente, acá tenemos un profesorado de arte que tiene una carrera de profesorado de teatro y además tenemos la universidad que tiene una licenciatura en artes escénicas. Vos fuiste docente durante mucho tiempo y en tus grupos has trabajado mucho con jóvenes ¿Cómo estás viendo esta camada que viene? ¿Cómo han ayudado las dos casas de estudio a fortalecer o no, el teatro en la provincia?
César Torres: El teatro se ha visto fortalecido con esta situación, una formación más profunda para la gente que quiere dedicarse al teatro. Sí noto una debilidad que es en la formación del actor. Porque el profesorado forma docentes en teatro y la universidad forma, más que nada, para la investigación teatral y ahí queda en el medio la actuación. Recuerdo que Edgardo Gordillo siempre decía que una de las grandes debilidades que tenía el teatro de La Rioja era la actuación. Si bien hay muy buenos actores, en su mayoría, no tienen autonomía. Tenés que estar haciendo docencia con ellos.
Ismael Fuentes Navarro: ¿Y de dónde viene tu repertorio?
César Torres: Yo siempre me estoy preguntando qué necesito decir o qué necesitamos decir nosotros, los riojanos. En ese momento, surge el repertorio. Por estos momentos me estoy preguntando por el tema de la verdad, tenemos planteada una obra con la Comedia que se llama Modo ciego, yo hice la dramaturgia a partir de escritos que hicieron los actores tomando el caso de un crimen irresuelto, acá, en La Rioja. Todos los personajes están involucrados de una manera u otra con el crimen y van diciendo su verdad. Con un final abierto, como sucedió con el acontecimiento real porque no fue resuelto.
Ismael Fuentes Navarro: ¿Te pasa que lees un libro o ves una película y lo hacés en clave de teatro? ¿Pensando en actos, en diálogos?
César Torres: Siempre me pasa lo mismo. Con circunstancias de la vida, cuando estoy en un bar… siempre estoy mirando la vida en clave de teatro. Me acuerdo de un dicho de Bergman, que decía que él siempre estaba en sus sueños y que, de vez en cuando, salía a la realidad. A mí me pasa que estoy demasiado tiempo adentro del teatro y de vez en cuando salgo a visitar la realidad. También cuando estoy preparando obras, leo mucho, leo cuentos, novelas y, a veces, de ahí salen disparadores. Les recomiendo a los actores determinadas lecturas para que eso enriquezca su trabajo, el de ellos y el mío en la escritura escénica.
Ismael Fuentes Navarro: Me gustaría que hicieras una reflexión sobre lo que deparará el teatro en pospandemia.
César Torres: Es difícil saberlo, pero sí estoy seguro de que el teatro no va a morir. Viene resistiendo desde siempre. Desde que nos empezamos a dedicar nosotros, nos decían que nos íbamos a morir de hambre. Pienso que el teatro con las cuestiones tecnológicas se va a enriquecer. Un grupo de Tucumán trabajó en simultáneo por streaming y presencial. Va a haber aportes importantes para el futuro. Pero sí, vamos a volver a la presencialidad.