Estrenado por la pantalla de Canal Encuentro el domingo 2 de abril y el mismo día en proyecciones como parte de la programación de la conmemoración teatral “Malvinas. Mirando al Sur, Soberanía y Cultura”, realizada en las localidades fueguinas de Río Grande, Tolhuin y Ushuaia, el documental contó con la dirección de María Laura Vásquez y Juan Pablo Méndez Restrepo. “Más que un desafío, para mí fue la posibilidad de hablar desde adentro de cosas que pasaron con respecto al tema. Si bien yo estuve convocado a la guerra por Malvinas, eso implicó un después que me llevó a tener ganas de expresarme de alguna manera, básicamente en la forma teatral. Pero no solamente de esa manera porque también hago música, escribo, pinto, dibujo… Me expreso artísticamente. Para mí el participar del conflicto armado me generó a su vez una forma expresiva que lo terminé sintetizando en el hecho artístico dramático, en el arte escénico y en las artes visuales. Que me convocaran a hacer este documental implicaba ese doble sentimiento, esa doble representación y esa doble sensibilidad con respecto a esos dos temas: el conflicto y el teatro”, nos cuenta Carlos Belloso tras el estreno del proyecto audiovisual.
“Escenarios de guerra. Las Malvinas en el teatro argentino” es un documental de cincuenta minutos que cuenta con la presencia de Belloso como narrador e intérprete, haciendo un repaso por obras que giran en torno al conflicto bélico del Atlántico Sur, entre ellas: “Gurka”, de Vicente Zito Lema; “En un azul de frío”, de Rafael Monti; “El próximo alistamiento”, de Rubén Hernández; “Bye bye Malvinas”, de Aldo Cristanchi; “Malvinas, la historia que no se olvida”, de Sergio Ferreyra; “Mujeres al frente”, de Gabriela Aguad; y “Malvinas canto al sentimiento de un pueblo”, de Nestor Zapata y Osvaldo Bruzzo. “El primer recuerdo que tengo de Malvinas es el frío, no es joda el frío del sur en invierno. Es un frío muy cruel, yo llegué a contabilizar 25 grados bajo cero en una guardia y lo recuerdo como el día más frío en toda mi vida. Después todo lo que implica un cambio radical, un cambio de 180 grados de lo que yo venía haciendo: un muchacho de 18 años que bailaba en Pinar de Rocha y que de buenas a primeras se encuentra en el frío de la Patagonia en una vida militar que implica levantarse a las cinco o seis de la mañana, trabajar todo el día, hacer entrenamientos, aprender cosas que uno jamás se imaginaba que podía llegar a aprender, capacitarse en el manejo de armas. Yo manejo todo tipo de armas: desde una pistola 9 mm pasando por un fusil automático liviano. Mi especialización era artillería antiaérea, tiré con un cañón antiaéreo y me llevaron también a capacitarme para disparar con cañones alemanes de 15 toneladas de la Primera Guerra Mundial. Pero más allá del peso físico está lo psicológico que pasa por extrañar a la familia, recordar a mi madre, las cartas que no llegaban, no había WhatsApp como ahora. Las cartas no llegaban en dos semanas a cualquier lugar y estando en el ejército uno tenía un nivel de ansiedad terrible. Estar en una guerra es un estrés tremendo que después se convirtió en un estrés postraumático, quizás en mi caso más leve que otros o quizás mi sensibilidad me llevó a justamente expresarme artísticamente en profundidad”, analiza Belloso.
La importancia de la representación y también de la reflexión, para nunca repetir aquellos escenarios de guerra, son los ejes centrales de este documental que cuenta con los testimonios del investigador teatral Ricardo Dubatti; el actor y director Norman Briski; el dramaturgo, director y actor Rafael Monti; la directora Mónica Núñez; el autor y titiritero Sergio Ferreyra; la directora María Paredes; el actor, autor y director Rubén Hernández Miranda; la directora Gabriela Aguad; y el actor Luis Machín. “Como se dice en el documental, la temática de la guerra fue tratada en el teatro de todas las formas, formatos y sensibilidades posibles: desde comedia musical hasta ser mencionada en diversas obras. Realmente fue un tema muy profundo porque también desde el Estado se intentó ‘desmalvinizar’, entonces la fórmula sería: menos Estado, más arte. Frente a la desprotección del Estado a los veteranos, o al actual desinterés por los soldados que estuvimos en el litoral marítimo, alguien tenía que hablar y lo hizo el arte. Y no solamente habló el teatro: habló la pintura, habló la literatura que hizo una cobertura inmensa sobre Malvinas, el cine habló sobre las islas. Se tuvo que hablar y se habló más de la cuenta porque el Estado no habló y de esa no representación se hizo cargo el arte”, sintetiza Carlos.
-¿Qué rol tiene el arte frente al trauma colectivo que provocó esta guerra?
-Creo que el arte fue lo que visibilizó realmente el tema y esta necesidad de hablar de lo que pasó. No solamente de lo que pasó durante, si no lo que pasó después y lo que está pasando. La mayoría de los que estuvimos ahí somos jóvenes todavía, tenemos 60 años por lo menos, entonces el arte sigue contando y representando y nunca va a dejar de hacerlo. En cuanto a lo colectivo yo creo que lo sigue escudriñando. Por ejemplo, no hace tanto, en medio de la pandemia, una funcionaria dijo ‘Le hubiéramos dado las Malvinas a los ingleses’, dando a entender que si lo hacíamos ya nos sacábamos un problema de encima. Es todo lo contrario: el tema Malvinas es algo que tiene que estar bien en alto como homenaje a los 649 caídos en el conflicto (de los cuales 17 fueron caídos en el litoral marítimo). Yo pienso que tiene que estar siempre en alto ese número de caídos porque esa gente no murió en vano.
-Muchas veces se habla de “las guerras” de Malvinas por la multiplicidad de visiones frente al conflicto. ¿Qué idea te genera ese concepto?
-La palabra múltiple está muy bien empleada porque hay muchas visiones al encarar el conflicto y al terminar el conflicto. Hay muchas guerras dentro de la misma guerra. El foco seguramente eran las islas pero el crucero General Belgrano fue hundido en el mar fuera de la zona de exclusión y en el litoral marítimo, en el territorio argentino, también se libró una guerra. Nosotros continuamos adelante con el reclamo que, por una mezquindad de dinero, nos corrió 200 millas del teatro de operaciones del Atlántico Sur. Más allá de eso, investigando esta injusticia de sacarnos del teatro de operaciones y de hacernos pensar que nosotros no habíamos participado en una guerra, logramos ver la incursión de tropa de élite británica durante la guerra en las bases aeronavales desde el Paralelo 42 al sur, pasando por Caleta Olivia, Río Gallegos, Comodoro Rivadavia, Río Grande. Lo cuentan varios testimonios, lo cuenta también las bajas que tuvimos en el litoral marítimo, pero también lo cuenta la literatura. Hay un libro que se llama “La guerra invisible” de Marcelo Larraquy que cuenta una de las tantas operaciones secretas del grupo S.A.S. del Reino Unido. También tenemos bajas por un combate que para nosotros es emblemático, el de Caleta Olivia, en donde un helicóptero fue a repeler una incursión de comandos del S.A.S. y fue abatido por un bazucazo. Teníamos alerta roja permanente, trabajamos a destajo todo el tiempo: el cambio de municiones, transporte de pertrechos y municiones lo hacíamos siempre a la noche. Dormíamos muy poco. Por eso, las guerras múltiples para mí sucedieron no solamente en las Islas Malvinas, sino también en el mar, en las islas del sur y en el litoral marítimo. Todo eso comprende la Ley TOAS que es una ley que se establece cuando hay un conflicto armado para ver quién combate y cuando termina la guerra saber quién es veterano y quién no.
-Por último, ¿por qué es importante seguir poniendo en primer plano los conceptos de memoria y soberanía en torno a las Islas Malvinas?
-Es importante porque las islas son algo que nos pertenece. Y cuando dicen ‘Sí, pero hay isleños que viven ahí’, es gente que las usurpó. Al vivir ahí tantos años y al tener toda una historia obviamente que tiene que existir una negociación con quienes están viviendo ahí. El Estado británico tiene que dejar de operar, tiene que desactivar todo lo bélico, la OTAN se tiene que retirar porque no es territorio de ellos y por lo tanto están usurpando territorio. Por ende, tenemos que defender la soberanía en ese sentido y hay que seguir haciéndolo en el plano diplomático. La memoria de los 649 caídos tiene que ser permanente, eso es un símbolo trágico de nuestra soberanía. Cuando el pueblo es convocado, más allá de esta guerra innecesaria, está y es capaz de defender lo nuestro entregándolo todo, no importando que hasta se tenga que morir por lo nuestro. Esta guerra habla muy bien de la ciudadanía, no de los cuadros militares que como toda agrupación se cubren entre ellos. Hubo encubrimiento y blindaje a los maltratos y a lo evidente de que las cosas no las estaban haciendo bien. En ese sentido, la guerra sirvió para saber que hay gente que no sirve para defender la patria y otra gente que sí.
El documental “Escenarios de guerra. Las Malvinas en el teatro argentino” puede verse en la web del Instituto Nacional del Teatro y en el canal de YouTube de Canal Encuentro.