Intertextualizando la obra con otro clásico de Federico – “Doña Rosita, la soltera” (1935) –, esta adaptación presenta a una mujer entrada en años, solterona – La Novia – que se permitirá, quebrando todas las leyes del mandato social, finalmente casarse. Así, La Novia apuesta a una nueva esperanza casándose con El Novio, un hombre también solterón atado a su Madre, quien sólo masculla rencor contra quienes mataron a su marido y a su otro hijo: Los Félix. Pero La Novia no puede olvidar al amor de su juventud, Leonardo Félix. Ambos vieron truncada su relación amorosa por orden del padre de la entonces joven mujer. Ahora, Leonardo – un cincuentón sin los bríos necesarios para conseguir un nuevo trabajo – está casado con la prima de La Novia y vive precariamente, bajo la sombra del alcohol. Leonardo desespera al enterarse de la inminente boda y el antiguo amor vuelve para caer como una escarcha inestable sobre La Novia y Leonardo. Ya no los persigue la pasión inconclusa sino el amor. La última carta echada al juego tramposo. La última bocanada de aire en el océano del reloj. Pero estos amantes no están solos en sus destinos cruzados. Dos personajes de ribetes surrealistas y humanos a la vez serán los que hilarán el destino fatal del trío amoroso: La Luna y La Muerte. Ambos, omnipresentes, diseñarán el devenir de los hechos con alcohólico embrujo.