Un recorrido histórico por su quehacer inicia la conversación. Además de directora, Yusem fue bailarina, coreógrafa, periodista. Empezó a dirigir teatro en los setenta, pero su consagración llegaría con Boda Blanca del autor polaco Tadeuz Rozewic en 1980.
¿Qué pasos la llevaron hasta allí?
El punto de partida es el presente. Una coyuntura pandémica en la que no se puede ensayar ni compartir espacio físico. Estaba ensayando la obra de una dramaturga joven, Natalia Casielles sobre la militancia de los años 70 y esta situación dejó interrumpido el proceso. Hubo algún avance por Zoom, pero se trató de una labor acotada puesto que solo se puede abordar el texto en esta modalidad. Por otra parte, el vínculo con toda virtualidad siempre fue muy negativo. Un cajero automático es una pesadilla y de niña no quería, ni siquiera, hablar por teléfono. En un repaso de los comienzos aparece su estreno como bailarina a los quince años en el Teatro Cervantes, en la compañía de Ana Itelman quien fue su maestra desde los doce años.
¿Cómo definir a Itelman?
Simplemente surge la palabra “genial”, por lo que hacía, por lo que sabía, por aquello a lo que se atrevió. Fue una pionera absoluta y como maestra era muy rigurosa, muy dura, no cruel pero sí, severa. Le enseñó todo. No puede decirse que era una coreógrafa sino una gran directora. Laura Yusem dice no haberse destacado como bailarina. Amaba y sigue amando la danza, pero su técnica no era de las mejores. Itelman fue la primera persona que le sugirió que se dedicara a dirigir. Muy joven viajó a Cuba. Estuvo allí tres años. Consiguió trabajo como bailarina en una compañía de danza contemporánea dirigida por una coreógrafa mexicana. Luego de esa participación formó parte de la creación del Ballet Folklórico Nacional de Cuba (1962) pero no como bailarina sino como asistente del director mexicano Rodolfo Reyes Cortés. Aquel ballet contaba con 70 miembros, se trató de una experiencia inolvidable que trajo aparejados muchísimos viajes puesto que fue la primera embajada cultural que envió Fidel Castro.
Un hiato en el tiempo para acercarse a la época de Boda Blanca. Una propuesta que causó perturbación. La hipótesis de Yusem es que el revuelo fue ocasionado por varias circunstancias: había poco teatro y, salvo contadas excepciones, era bastante complaciente; la obra, además, era revulsiva para la época, una familia disfuncional, muy erotizada, con una insinuación de una relación lesbiana y con imágenes muy bellas. Sin embargo, lo que considera más responsable de la respuesta es del orden de las circunstancias. Cuando estrenaron hubo ovaciones, pero cuenta también haber escuchado una voz masculina decir “Con nosotros no van a poder”. No era el espectáculo en sí sino aquello a lo que se atrevía. Recuerda que en aquel momento consultó con colegas y le aconsejaron no llevarlo adelante, excepto quien había sido su maestra. Itelman fue su impulso. Se reunieron a hablar y ésta le dijo “¿Una alumna mía tiene miedo?” eso la convenció. Algunos actores conocidos habían visto el ensayo general y los comentarios fueron devastadores. Los colegas, afirma, son tremendos siempre. Las críticas, sin embargo, fueron buenas. La obra le abrió muchísimas puertas, pero las más importantes fueron que tanto Eduardo Pavlovsky como Griselda Gambaro le ofrecieron sus obras. Se inauguró así una relación larga y muy importante.
Otra persona fundamental en la carrera de Yusem fue Kive Staiff. Durante muchos años ella fue número puesto en el Teatro San Martín. Guarda de él un recuerdo entrañable, era una persona que sabía muchísimo. Que tenía sus cosas, pero quién no. Por eso lo volvían a llamar una y otra vez a Staiff para dirigir el teatro.
Su primera dirección fue El casamiento de W. Gombrowicz en la sala Martín Coronado, ¿un desafío más difícil? Poco probable. Una obra irrepresentable, al decir de su autor, y una sala inmensa, de esas que dan un poco de vértigo. Sin embargo, allá fue, con un elenco enorme. Protagonizaba Ulises Dumont. – Siempre le tuvo muchísimo respeto- dice Yusem.
¿Cómo describiría su trabajo de dirección de actores?
Su respuesta no parece demasiado descriptiva, dice que ella siempre los espera y ellos, simplemente, llegan. Es cierto que los procesos son diferentes en el teatro oficial, independiente o comercial. Los lugares son determinantes y plantean cuestiones muy diferentes: en el independiente se puede tardar dos años en el proceso de ensayos y en el oficial se tiene que resolver en dos meses. Acaba de cumplir 50 años de directora y ni siquiera le dijo que no al Zoom.
Reflexionando sobre las obras aparece la pregunta sobre la muerte de las obras. Señala que ha visto todo tipo de muertes: dulces, violentas, dolorosas, amorosas. Siempre es una incógnita cómo va a morir una obra. Trata de estar en ese final y que quede grabado en su retina la última imagen de esa obra que se está desvaneciendo. Entre sus obras más amadas está Querida mamá o guiando la hiedra basada en textos de Hebe Uhart, escrita y dirigida por ella. Anduvo bien, pero tuvo una vida más corta de lo que hubiese querido. No obstante, viajaron a Cádiz con ese espectáculo. Las dos actrices, Martha Rodríguez y Julieta Alfonso, también estaban enamoradas del espectáculo. El nombre de Uhart lleva a entramar con su primera dirección: Un pájaro gris, medio gordo y de pico corto en 1970. Con la escritora se conocieron en la carrera de Letras, aunque Yusem no llegó a terminarla. La conversación se detiene en Griselda Gambaro. La primera obra que dirigió de la magnífica dramaturga fue La malasangre, estrenada el 17 de agosto de 1982 en el teatro Olimpia con un elenco que, afirma, nunca más en la vida volvió a tener porque eran perfectos: Danilo Devizia, Lautaro Murúa, Soledad Silveyra, Susana Lanteri, Oscar Martínez y Patricio Contreras. Hubo obras, en cambio, que le dieron vergüenza (pocas veces una directora confiesa de manera tan sincera y abierta su parecer) por ejemplo, su Rey Lear. La mala comunicación entre ella y el elenco, se peleaban, no lograban ponerse de acuerdo, hubo varios factores que hicieron que el proceso no fuera agradable. Ahí se despidió de Shakespeare.
Si le toca elegir entre las obras que dirigió de Griselda Gambaro ahí le resulta imposible elegir. Todas fueron hechas con muchísimo amor. Claro que hubo elencos mejores que otros pero, de todos modos, es muy difícil elegir. Gambaro tiene una voz muy particular. Discípula de Armando Discépolo e influenciada por la vanguardia de los 50/ 60, adquirió una precisión notable. Cada frase es una acción. Es muy fácil ponerla en escena porque el texto mismo te va llevando. Por otra parte, también coincide en el punto de vista ideológico, en el papel que le da a la mujer, reivindicatorio, como su trabajo con los desposeídos, los expulsados del sistema. Coincidencias éticas y estéticas. También abrevó en el teatro comercial con una obra de Oscar Viale, Camino negro estrenada en enero de 1983 en el Teatro Blanca Podestá con Miguel Angel Solá, Betiana Blum y Juan Leyrado. En esa ocasión la llamaron para dirigir.
Sostiene que la relación entre director y dramaturgo es compleja por eso se agradece el vínculo que tiene con Gambaro a quién, en general, le gustan las puestas que hace de sus obras y si no le gusta, no lo dice.
La actuación no es su oficio, sin embargo, lo hizo nada más ni nada menos que en Cámara Gesell, una obra de El Periférico de Objetos. Una experiencia extraordinaria. Tuvo temor, sin embargo, porque era una persona conocida. Entonces le pidió consejo a una persona profundamente generosa, Alfredo Alcón, le respondió “Es tan peligroso mirarte a vos como a los muñecos.” Y eso la tranquilizó. El Periférico era un grupo realmente experimental, sus espectáculos eran increíbles. Todo el tiempo estaban probando cosas, Yusem no hacía más que obedecer. Su contribución fue una bastante particular: toda la vida tuvo un temblor en las manos y cuando se pone nerviosa, aumenta. No podía evitarlo, entonces, lo acentuó. Construyó un personaje que temblaba todo el tiempo. El viaje al recuerdo de Cámara Gesell desprende otra cosa: usó un traje que había utilizado Ricardo Bartís en un espectáculo que ella había dirigido, Pablo de Eduardo Pavlovsky, sus textos siempre fueron complejos, pero Bartis era un actor extraordinario y lamenta que haya dejado la actuación. Hilando recuerdos de haceres sostiene que esa propuesta fue una conversación entre cuatro: los dos mencionados y Elvira Onetto, discutían hasta que le encontraban la vuelta.
La primera obra de Tato que dirigió fue Cámara lenta ahí estaba Carlos Carella que fue el primer actor profesional al que dirigió pero que se la hizo muy fácil, no hay calificativos para describirlo ni como actor ni como persona. Llega el turno de su rol docente: la UNA, Patio de Actores, La Gloria…la docencia siempre fue un medio de vida, pero es muy difícil enseñar dirección.
Por otra parte, es una directora de pocas palabras, bastante silenciosa. En todo caso, habla cuando los actores no son buenos, ahí sí es necesario. Pone el ejemplo de Alicia Berdaxagar ¿qué le podrías decir? Si todo lo que hacía estaba perfecto. Al contrario, ella aprendía mucho.
Cuando viene la pregunta por los directores que le interesan, aparece en primer lugar, Ricardo Bartis, también señala que le gusta Guillermo Cacace y que ha visto poco de los directores más jóvenes, pero rescata Campo minado de Lola Arias que le gustó enormemente. Con respecto a directores de afuera, no lo duda: Tadeuz Kantor y Pina Bausch. El impacto que produjeron ambos en ella no sucedió nunca, ni antes, ni después.
Vio La clase muerta de Kantor en Francia, en 1977 y sentía que era como si le hubieran pegado un puñetazo en el estómago. Con respecto a Pina, simplemente, es lo que ella hubiera querido ser.
El último mojón en la conversación remite a la ausencia de mujeres en la dirección en el momento en el que comenzó, solo Inda Ledesma y Alejandra Boero… resalta lo difícil que fue y señala cuánto la ayudó Kive Staiff. La profesión, afirma, te convierte en un guerrero.
Ahora, en cambio, todo es nostalgia. Ya no le queda nada por hacer, no tiene cuentas pendientes. Su vida en el teatro fue una vida feliz. Laura Yusem recibió el Premio a la Trayectoria teatral por la Región Centro en la edición 2019 en la Fiesta Nacional del Teatro.