“Lo primero que apareció fue el lugar, un subsuelo bajo el escenario de la sala teatral de la Sociedad Francesa, que descubrí hace unos años de pura casualidad y no sabía que existía. Asocié ese descubrimiento con la idea de que hay cosas por debajo de nuestra realidad, de nuestro cotidiano, que están pero están ocultas, tapadas, y que nosotros desconocemos o no queremos conocer, pero allí están, latentes”, comienza explicando Carlos Correa sobre el origen de la pieza que acaba de ganar la Fiesta Provincial de Teatro de Tucumán y que llegará a la 37° Fiesta Nacional del Teatro 2023. “Nos sentimos parte de una enorme comunidad de artistas que buscan nuevas maneras de relatar, muy diversas en sus formas. Se presentaron 35 obras a la preselección de la fiesta en las diferentes salas de la provincia que apoyaron generosamente este proceso, con mucha gente involucrada”.

“Jardín Florido (lo que subyace)” es una obra teatral que aborda la construcción discursiva de la realidad y subjetividad en los años 70, trazando conexiones con nuestro presente. Su dramaturgia se elaboró con extractos de un manual de jardinería y un artículo sobre prótesis ortopédicas, publicidades, letras de canciones, recetas de cocina y leyendas urbanas de esa década. Un conjunto de textos que no tienen origen dramático pero habilitan un “atajo poético” para describir el horror, por medio de distintos lenguajes de actuación. “Cuando decidí trabajar sobre el Pozo de Vargas, un lugar donde se arrojaron cuerpos en la última dictadura militar, y del cual se han identificado hasta hoy 116 desaparecidos, volví sobre ese espacio y esta idea de que hay algo que subyace en nuestro Jardín de la República. Quería que el público experimente ese estar abajo y con esta intención se elaboró toda la puesta”, recuerda Carlos. “Todo sucede debajo del escenario, el piso es el techo, la superficie es el fondo. El Pozo de Vargas, como otros tantos lugares donde el horror dejó sus marcas, es una interpelación permanente. En mi se traduce en una sensación. No es algo que se pueda describir con facilidad. Es algo fisurado en la realidad. Algo roto. ‘La dictadura’ no es solo un momento histórico del pasado, hay algo que sigue presente, que cambió forma pero no sustancia. También tiene continuidad la construcción que, desde distintos sectores, se hace de la realidad, aunque ahora su forma es burlesca, no hay ningún cuidado en la apariencia de ese proceso, y en parte es tan perverso y siniestro como lo anterior. Me refiero al manejo que se hace sobre lo que las personas creen decidir, y a quienes se les incorpora de una manera brutal pensamientos y sensaciones, como así también infantiles, e inquebrantables, nociones de patria, familia y religión, etcétera”.

La pieza que cuenta con dramaturgia, dirección, vestuario e iluminación de Carlos Correa es protagonizada por Alejandra Páez Salas y Martín Lombardelli, con la asistencia de dirección de Carlos Lozano, la fotografía de Fulvio Rivero, la técnica a cargo de Darío Lazarte y el diseño gráfico de Flecha Volando. “El proceso fue de una enorme responsabilidad con la producción del lenguaje que sostiene la temática, porque al apoyarse el relato en alusiones y metáforas el peligro era generar interpretaciones equívocas, y en ese sentido el armado del relato fue angustiante, por momentos. Lo disfruté mucho, pero también me cuestionaba constantemente sobre los signos que construíamos. Fue importantísima la participación permanente de todo el elenco en esta búsqueda para encontrar ese lenguaje que dé cuenta de manera precisa lo que queríamos expresar. Con este objetivo atendimos todos los detalles, todos los elementos de la puesta, lo visual, lo sonoro, lo arquitectónico, la elaboración final del texto y las actuaciones. Todo fue artesanal y minucioso. La construcción y el uso de las linternas, sus colores e intensidades, que generan climas y constituyen discursos en el manejo preciso de los actores”, detalla el director.

“Sabíamos que la oscuridad sería un elemento conmovedor de la obra, al igual que el silencio, había trayectos que debían realizarse a ciegas y secuencias de diálogos murmurados, que debían ser probados una y otra vez. La utilería y los objetos fueron muy pensados en sus formas y sus colores. Lo mismo la selección y edición musical. La preparación del espacio, con el enorme apoyo de la Sociedad Francesa, porque no era una sala teatral, era un depósito, había que acondicionarlo para el público y para explotar al máximo sus posibilidades escénicas”, recuerda Carlos. “Con la obra decidí no contar un hecho en concreto, sino trabajar con la materialidad específica de esa construcción de una realidad: las publicidades de los años 70, artículos y canciones de la época, leyendas urbanas, recetas de cocina, etc. Para contener este material utilice a modo de malla un manual de jardinería, que además liga el tema al mote con el que es conocida nuestra provincia. Por último, agregué un contra texto, para dar cuenta de otra realidad introduje un artículo sobre prótesis ortopédicas donde se describen distintos niveles de dolor, lo que subyace”, detalla sobre el proceso creativo.

Además de ser una de las dos obras ganadoras del encuentro provincial, “Jardín Florido (lo que subyace)” también resultó ser una de las ganadoras del concurso nacional Malvinas Memoria, organizado por el INT para promover el sostenimiento en cartel de obras vinculadas a la temática al cumplirse 40 años del conflicto armado del Atlántico Sur. “Alejandra y Martín llevan a cabo unos cinco personajes, o fragmentos de personajes, a veces solo son sus voces, o partes de sus cuerpos. Y sus corporalidades son muy diferentes, como sus maneras de hablar. Por eso los mismos textos, dichos por uno u otro personaje, cobran diferentes sentidos, y había que buscar inflexiones, timbres de voz, intenciones. Eso fue lo que más se trabajó. Porque lo que también subyace en este trabajo es nuestra relación actoral con los textos, lo que esos textos pueden llegar a esconder, como cargar de distintas teatralidades textos que se repiten y que no tienen un origen dramático sino informativo. Ver de qué manera nuestras fragmentaciones actorales se imponían y daban otros sentidos a esos textos. La obra propone una especie de paseo sensitivo sobre temáticas que son universales y exceden el relato principal, entonces multiplica su sentido. Lo satisfactorio para nosotros es haber logrado poner todo esto en actos. Deseamos ofrecer al público de la Fiesta Nacional la misma teatralidad que vivieron los tucumanos”, concluye el autor.

“Jardín Florido (lo que subyace)” continuará con funciones en lo que queda del año en la Sociedad Francesa de Tucumán, San Juan 751. El año próximo retomarán la temporada a partir del mes de marzo.