Amanda, fue la elegida para el lavado y secado de las camisetas de la primera división mayor de un club de Avellaneda.
En los límites de un pueblo, evoca su ciudad natal y mientras espera que la vengan a entrevistar, recupera “dones” y “escenas de entusiasmo”:
“La Diabla” relata las glorias pasajeras desde una tierra apestada y recrea un campo de voces familiares que interrogan los usos y las costumbres de las mujeres y los hombres de un paisaje cercano.
La obra es un monólogo, presentado desde la proximidad y la intimidad: la casa y el cuerpo, el tiempo y el clima del adentro y del afuera, del pueblo y de la ciudad.