La gente común no comprende lo complejo de estar quemado, piensan que es una muerte horrible. “Lo horrible es seguir estando vivo”, asegura el personaje de “Nunca nadie murió de amor, excepto alguien alguna vez”, la obra de Ricardo Ryser que acaba de ganar el encuentro teatral de Salta dirigida por Rodrigo Cuesta. En la historia, dos mujeres construyen y se relacionan en un mundo basado en la crueldad. No la simple maldad. Va más allá de eso. Quemadas por el amor y el ardor, ponen en evidencia las formas más crueles de relacionarse y sobrevivir, por no hacer aquello que les está destinado a hacer: morir. “No es una novedad comenzar describiendo mínimamente lo que significó la pandemia para los creadores de las artes escénicas. Encierro, incertidumbre, no hacer teatro, no abrir las salas, protocolos, abrir las salas, alcohol-temperatura-distancia, protocolos, ensayar, cerrar las salas, dejar de ensayar… Mientras, horas y horas sentados frente a una pantalla intentando no sé qué, ¿sobrevivir tal vez? Y ante eso, sin paralizarnos, ni lerdos ni perezosos nos pusimos en campaña creativa. Mitad de grupo en Salta, y la otra mitad en Córdoba. Con una obra en común, internet a nuestro favor y las ganas y el deseo de hacer/trabajar/co-producir algo juntos, el grupo de teatro salteño “Las Cremonas” y “El Cuenco Teatro” de la ciudad de Córdoba, se unieron en una construcción escénica”, recuerda Rodrigo. “De unos años a esta parte, he sentido la necesidad de abrirme a ‘nuevos horizontes creativos’, que me interpelen en mis certezas y me permitan generar reflexiones positivas sobre mi trabajo. Lo que no me imaginé es que esos ‘nuevos horizontes creativos’ se encontrarían a kilómetros de distancia, literalmente”.
Las Cremonas es un grupo que trabaja en diferentes propuestas teatrales hace ya más de 11 años, pero que se conforma formalmente en el año 2017. Sus integrantes son reconocidos hacedores y docentes del medio teatral salteño. Y justamente la obra que da origen al grupo es “La idea de matar me asusta”, del propio Rodrigo Cuesta. “Si bien hay un interés particular en mi trabajo, como así también un interés mío en el suyo, en su trabajo, desarrollar proyectos artísticos con otros siempre es una incógnita. Porque nos conocemos, pero no hemos trabajado juntos, y eso a veces es peligroso… pero qué es el arte sino peligroso. El otro es siempre una incógnita, repito, ante todo si se trata de un desconocido, o al menos de alguien no ligado a mi recorrido habitual, conocedor de mis dinámicas productivas y de mis convicciones artísticas. En esta oportunidad, creo que el desafío es/fue mayor, ya que además de que nos separa un ‘no acercamiento habitual conocedor de mis dinámicas productivas’, estamos distanciados en kilómetros y kilómetros y kilómetros”, analiza Rodrigo. “A mis 17 años me fui de Salta, Córdoba me adoptó y yo me adapté a ella, pero siempre pensando en volver, de alguna forma, volver. Mi poética como director y dramaturgo está íntimamente ligada a El Cuenco Teatro, compañía teatral que nace y trabaja en Córdoba desde el año 1996. En estos 26 años de trayecto son variadas las poéticas que cobraron desarrollo y madurez a través de nuestra labor, así como también el alto profesionalismo alcanzado en cada producción; a su vez, a lo largo de este tiempo, dentro del grupo se han ido estableciendo diferentes roles, en mi caso el de director, dramaturgo y diseñador luminotécnico”, explica sobre el vínculo Salta-Córdoba de esta propuesta.
El texto fue propuesto por el grupo Las Cremonas, descubierto en el libro “Teatro/17-Concurso Nacional de Obras de Teatro” publicado por la Editorial INTeatro. El grupo, cuando le propone a Rodrigo encarar la dirección desconocían el lazo existente entre él y el autor. Ricardo fue un destacado alumno en la Universidad Nacional de Córdoba, a quien Rodrigo tuvo la suerte de conocer, siendo docente en algunas de las cátedras donde se formó, vínculo que con el correr de los años se fue afianzando. “Hoy somos colegas cercanos. Y sin querer queriendo, estamos expandiendo la dramaturgia y el hacer teatral cordobés hacia otros horizontes, esta vez al norte, a Salta, a Salta La Linda, a ‘mi Salta natal’ que me vio crecer y partir y ahora volver”, resume el director. “Esta co-producción requirió tiempo y paciencia de ambas partes, ya que a veces, las nuevas tecnologías (para nosotros nuevas, y a la fuerza), nos jugaban una mala pasada. Y el internet, o cortes de luz, o demasiado delay se nos venía en contra. Así y todo, logramos entendernos en los ensayos, que fueron/son/siguen siendo muchos. En estos meses contamos con la posibilidad de encontrarnos y programar algunos ensayos presenciales, que fueron explotados al máximo. Esos encuentros, tan necesarios, permitieron conocernos un poco más en el trabajo colectivo, para luego poder rápidamente entendernos nuevamente en la virtualidad a través de nuestras pantallas, hasta nuestro próximo encuentro ‘en vivo’.”
– ¿Cómo fue el proceso de ensayos?
– En el ensayo, les actores se insertan en el proceso de improvisación, vivencian el espacio escénico y me otorgan material que a veces amplio y otras descarto. Muchas veces ha pasado de estar ensayando e improvisando varias horas, y de ese ensayo únicamente rescato un momento, y lo guardo, y compongo luego, en soledad, para después compartirlo más claramente. Dirijo y monto, veo, necesito ver, pruebo, pongo a prueba. A veces los imaginarios resisten y a veces no. Podemos agregar que, si bien el texto está “respetado”, obtuvimos la licencia del autor para transformarlo a nuestro gusto si fuera necesario. Es así que retocamos algunas cuestiones, quizás de época (es un texto ya escrito hace 7 años, pasan muchas cosas en seis años, de hecho, pasamos y seguimos transitando todavía en una pandemia), quizás de lugares (Salta tiene algunos léxicos que Córdoba no), quizás, quizás, quizás… La puesta en escena de “Nunca nadie murió de amor, excepto alguien alguna vez” conlleva una serie de desafíos singulares para mí como creador, que van más allá de las distancias y la comunicación por pantallas. Estos desafíos me permiten continuar con la búsqueda iniciada en otros espectáculos y a su vez encarar nuevos horizontes productivos y creativos.
El equipo de la obra lo integran también Daniela Canda y Pablo Aguierre en actuación, Álvaro Sanmillán Roberts en el diseño de iluminación, Rodo Ramos y Rodrigo Brunelli en diseño gráfico y Paola Delgado en la realización de vestuario. “Participar en la fiesta siempre es una alegría, ya que convoca a público que no tuvo la posibilidad de ver ese espectáculo, y otros que desean volver a verlo. El clima de esta en particular fue de fiesta, ya que nos convocaba una obra en la que trabajamos, creímos e intentamos tener un buen recorrido de funciones este año, y hacerla para nosotros siempre es una fiesta. Particularmente, una Fiesta en Salta siempre trae recuerdos de mi comenzar con el teatro ahí, entonces la alegría también se mezcla con la nostalgia y el qué hubiese sido si hubiera vuelto a casa”, se pregunta Rodrigo. “Generalmente me sucede que las Fiestas Nacionales son un lugar de incertidumbre. Pero lo que uno espera con ansias es encontrarse con compañeros de otras provincias, amigos, colegas y compartir el trabajo. Mostrar lo que se trabajó durante tanto tiempo siempre es gratificante y el encuentro con el otro siempre, enriquecedor”.
“Nunca nadie murió de amor, excepto alguien alguna vez” cerrará el año el 8 de diciembre a las 21 y 22.30 horas en la Sala La Ventolera-Espacio de Arte de la ciudad de Salta, lugar donde estrenaron e hicieron todas sus funciones.