10 • abril • 2024

Reflexiones sobre las infancias en su relación con el Teatro de Títeres y Objetos

Río Negro

Texto de Jorge Onofri publicado originalmente en Cuadernos de Picadero 45.

Jorge Onofri

Esta edición número 45 de Cuadernos de Picadero presenta una serie de artículos escritos por referentes de diferentes generaciones y latitudes que buscan constituirse como una caja de herramientas a las que echar mano a la hora de empezar a imaginar, escribir, dirigir o producir una obra de teatro para la niñez o la adolescencia. Pasen y lean.

Ese periodo que se inicia con el nacimiento y se extiende aproximadamente hasta los 12 años, tiene sin embargo un tránsito mucho más prolongado en las edades subsiguientes y parece que solo termina con nuestro último aliento. En esos primeros años, incorporamos los conocimientos, impresiones y sentimientos de lo que serán los conceptos generales del resto de nuestra existencia. Nuestra mirada infantil, sin embargo, persiste a lo largo de toda la vida. Es en la infancia en donde comenzamos a conocer el mundo, a través de los objetos que nos rodean, y de la relación lúdica que establecemos con ellos. Dichos objetos son disparadores de nuevas realidades y significaciones. Con ellos empezamos a ficcionar otorgándoles caracteres, roles, funciones y con ello creamos ese mundo que a veces con nostalgia y muchas veces con gran intensidad, ya siendo jóvenes y adultos, recordamos como una experiencia pasada. Siempre impacta ver la naturalidad con la que los niños manipulan y transforman los objetos durante el juego. Del mismo modo sucede con el espectador adulto cuando se ve atrapado en la trama de una obra en la cual ellos son protagonistas. Generan una fascinación que se parece mucho a la de aquellos primeros juegos de la infancia. Hace muchos años el gran maestro Michael Meschke respondía a mi pregunta por el secreto del Teatro de títeres con una sola palabra: POESÍA.

Y verdaderamente ese es el rol de los títeres y objetos en la escena, ser metáfora, ser a los ojos una cosa y a la mirada muchas otras. La creación de las figuras, ya sean de guante, varilla, marionetas, sombras o cualquiera de sus variantes, es un hecho de enorme profundidad puesto que, junto con la técnica específica para la manipulación de esa figura en particular, se debe a la par, también, encontrar el alma del nuevo objeto, esto es, las características que lo convertirán en acción. En el personaje que deseamos que sea. En el que necesitamos para poder expresar. Cuanto más cercana es la intención primera que mueve a la creación de una obra, a la forma que adquieren los objetos, más profunda y poética será la acción y la interpretación con los mismos. Los objetos son al teatro lo que la palabra a la poesía. Su combinación, coloratura, ritmo, quietud, silencio hacen al verso en la escena. Sin palabras. Solo objetos. Solo acciones. A veces son más que suficiente. Avancemos, sin embargo, en algunas definiciones sobre el Teatro de Títeres para poder pensar la relación de este arte con las infancias (y no solo con las infancias en tanto espectadoras).

“El títere es un objeto móvil, hecho para la acción dramática, operado visible o invisiblemente por cualquier técnica que su creador haya elegido. Su uso está destinado al espectáculo teatral”, (Bensky, 2000). Esta definición de Royer Bensky, breve y muy acertada, nos lleva al meollo del asunto. Una obra de títeres, implica siempre una acción dramática, una representación de la realidad, una zona donde tiene lugar esa representación y una audiencia. El títere es una forma de expresión teatral antes de ser transformado en una idea expresiva. Por esto el objeto se ofrece al individuo como una extensión de su ser en el universo cercano, una afirmación aumentada de su existencia. El yo se duplica en el títere para confirmar su ser.

Esto nos abre la puerta a las posibilidades que tiene el títere como herramienta expresiva en manos de las infancias. El paso del tiempo, los cambios en los intereses y consumos culturales, me llevan a reafirmar cada  vez más la importancia de que los niños y las niñas puedan experimentar lo que significa manipular un títere, darle vida, aprender el lenguaje particular de esta forma de arte escénico. El Teatro de Títeres y Objetos es, además, una herramienta educativa de enorme efectividad que fomenta la imaginación y la creatividad en los niños y las niñas. Es una puerta al proceso de narratividad, a la identificación de roles entre ellos. Puede además ayudar a desarrollar habilidades sociales y emocionales, al representar personajes y situaciones que reflejan las complejidades de las interacciones humanas. Pueden aprender sobre empatía, resolución de conflictos y comunicación efectiva a través de las historias representadas allí.

Me pregunto, sin embargo, si están los docentes en condiciones de poner en marcha este tipo de actividades creativas, plásticas, teatrales y de puesta en escena en las escuelas. Aquí es donde pienso en la importancia de la interacción entre docente y artistas, en nuestro acercamiento a las escuelas, en la posibilidad de proponer un ejercicio común de aprendizaje y, sobre todo, un ejercicio común de expectación. ¿Cuál es el lugar de los niños y las niñas en tanto espectadores y espectadoras de este arte? ¿Qué podemos aprender, nosotros y nosotras, titiriteros de las nuevas prácticas sociales, cómo interactuamos con ellas? Hoy asisten al teatro espectadores cada vez más pequeños con capacidad para poder acceder a formas narrativas complejas. El uso irrestricto y cada vez más frecuente de dispositivos electrónicos y pantallas en los niños y niñas parecen ir a contramano de esta forma de la experiencia, viva, manual, artesanal, que es el Teatro de Títeres y Objetos.

Y sin embargo, observamos cómo sigue generando la misma fascinación en ellos. El títere, en tanto objeto poético, sigue jugando un rol fundamental en su relación con la infancia, lo encontramos también en el cine, en la televisión, en múltiples y sofisticados formatos de filmación. En juegos y animaciones de todo tipo. Pero es la practica escénica, la que sigue sorprendiendo y maravillando a las infancias cada vez más. ¿Y cuál es la potestad? ¿Cuál es el poder que tiene la escena para poder ganarle a las poderosísimas industrias de los videojuegos y animación? Su imperfección intrínseca. Lo inacabado de los muñecos y figuras que solo sugiriendo logran la perfecta representación, el gesto de una boca apenas insinuada, la mirada que aparece en apenas una línea.

La propia limitación de cada técnica es su tesoro y cada una debe ser elegida con cuidado para lo que se desea representar. Y luego la presencia, visible o invisible de los titiriteros generando nuevos signos en la representación, un traspaso de energía al objeto en la manipulación y en otros un vínculo de igual a igual ante los espectadores, que dudan de quien manipula a quien. Todos estos aspectos de la vieja tradición titiritera que siguen siendo efectivos en esta realidad de creciente violencia e injusticia.

Y dado que muchas veces los niños y niñas acceden por primera vez a la experiencia escénica a través de los títeres, es importante el empleo de temáticas profundas, emotivas, que no teman ejercer una crítica social que permita ampliar las perspectivas que ofrece la realidad a los más pequeños. Esa es la poética del Teatro de Títeres y Objetos y tenemos una tradición de maravillosos titiriteros y nuevas manos que honran el oficio enseñándonos a mirar y transformar.

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