Ortuzar y Bevaqua han quedado detenidos en un reducto de la Patagonia, estancados en el tiempo. La inmensidad los ha adoptado como figuras que se confunden con el paisaje, que se funden en él. La espera se hace larga, interminable. Se necesitan, cada uno es vital para el otro, como el agua que los mantiene vivos, aunque cada día escasea más y más.
Ortuzar formula métodos, ideas, utopías, para volver a Ser, para mantener viva la llama que los une. Bevaqua protege y cuida esa llama.
Y así, entre sueños disparatados, al borde de la locura misma, encontrarán motivos para seguir latiendo juntos, incluso, más allá de los límites establecidos. Sin olvidar que siempre hay que dejar encendida la pasión, los fueguitos q ue nos sostienen.